martes, 21 de septiembre de 2010

Una historia de cuernos 3


 
Primeros cuernos de casados.

Algunas personas sostienen que el matrimonio no afectó su vida sexual, pero son los menos. Mi caso es el de la mayoría, el de las personas que viven una intensa vida sexual antes del matrimonio y una vez realizado éste, con el paso del tiempo va mermando la pasión y convirtiéndose la pareja en sólo un par de amigos. Por eso es que uno se pone a buscar nuevas cosas que añadan sabor a la relación matrimonial. Por eso es que cierta noche, finalmente me animé a preguntarle a mi mujer si alguna vez me había sido infiel.

- ¡¿Cómo crees?! – me respondió haciéndose la ofendida. Pero ella sabía que mi pregunta tenía fundamentos. Ella sabía que yo estaba casi seguro de que ella me había puesto el cuerno siendo novios. Ella sabía que, ya de casada, yo la había sorprendido en más de una ocasión coqueteando con otros hombres. Ella sabía que sé que le gusta andar en casa con poca ropa, aún sabiendo que los vecinos la pueden observar tras los ventanales, aún sabiendo que cuando algún extraño entra a la casa, el que lleva el agua, el plomero, a ella no le importa andar en ropa sexy.

- ¿Te confieso algo? He pensado sobre el asunto y de verdad que no me molestaría si me enterara de que alguna vez me fuiste infiel. ¿En serio nunca me has sido infiel?

Su rostro tomó un matiz entre nervioso y excitado. Parecía como si en su cerebro se llevara en ese momento un combate entre su deseo de revelarme la verdad y el temor de meterse en problemas.

- Ya te dije que no, pero además, creo que haces mal en hacerme ese tipo de preguntas. No es el caso, pero imagínate que sí te hubiera sido infiel alguna vez ¿a poco no te dolería que te dijera que sí?

- Ya te dije que no me dolería. El concepto de la fidelidad no es un atributo humano, sino una costumbre. Por ejemplo, en Alaska los nativos comparten a su mujer con los visitantes como una forma de cortesía. Es la sociedad, la nuestra, la de la doble moral,  la que nos ha impuesto la costumbre de ser egoístas y mortificarnos por el disfrute de nuestra pareja cuando éste no es con nosotros. ¿No se supone que deberíamos alegrarnos por el placer de nuestra pareja? Si yo me acuesto responsablemente con otra mujer ¿no se supone que te deberías alegrar por mi disfrute? Si tú te acuestas con otro hombre y lo gozas, ¿no se supone que debería sentirme bien por ti?

- ¿Y ahora a qué vienen esas ideas locas? No me digas que quieres proponerme que me acueste con otros para que tú también te puedas acostar con otras viejas – me dijo, como asumiendo que yo estaba bromeando.

- ¡Hey, no lo había visto así! Quizá en el fondo sea eso lo que quiero jeje. Pero no, no lo creo, te voy a decir algo que no te he confesado en todos estos años: fantaseo imaginándote con otro hombre. – ¡Vaya! ¡Por fin, después de años, me había atrevido a soltarle mi mayor secreto! Pero creo que no parecí muy convincente.

- ¡Ja!, ¡cómo te gusta jugar con fuego! Si en verdad tuvieras esas fantasías, dudo mucho que te gustara que se hicieran realidad -, me contestó aún con esa aparente certeza de que yo estaba bromeando.

- ¿No recuerdas cuando veíamos películas porno con Gonzalo, en su cama? – le solté, evocando aquellos viejos tiempos en los que, siendo novios, veíamos películas porno con mi mejor amigo y en su cama los tres – su rostro enrojeció.

- ¿Y eso qué?

- Que ahí tienes una prueba de que no me asusta verte en situaciones cachondas con otros.

- ¿Con otros? Pero si estaba contigo, si veía películas porno es porque quería verlas contigo. Si las veíamos con Gonzalo es porque nosotros no teníamos videocasetera.

- De acuerdo, pero me daban mucho morbo esas situaciones, particularmente cuando te ponías cómoda y él no quitaba la vista de tu trasero – ella no pudo evitar una sonrisa al oír esto - evoco muchísimo aquél momento en el que al regresar del baño los encontré embonados – continué.

- ¿Embonados? – me cuestionó con una sonrisa que pretendía disimular. Sabía bien de lo que le hablaba.

- Sí, tu trasero perfectamente embonado en el regazo de él, y su mano cayendo apoyada en tu cadera. No te creeré si me dices que no te acuerdas.

- ¡Ah! Pensé que decías “embonados” de otra manera jajaja. Bueno, si de repente nos quedábamos dormidos en aquella cama los tres, era natural que a veces nuestros cuerpos hicieran contacto, ¿no?

- Claro. Si no te estoy reclamando nada, sólo estoy tratando de demostrarte que no sólo no me enoja verte “con otro”, sino que hasta me atrae el asunto.

- Bueno, pero una cosa es tocar a otro y otra muy distinta acostarme con él.

- Claro, yo lo sé, pero si en una de ésas, ustedes dos hubieran cogido, yo no me habría cabreado, es lo que quiero decirte.

- ¿En serio? Pues entonces ha de ser que no me amas – me dijo en papel de digna.

- No, claro que te amo, pero como te decía, precisamente porque te amo me gustaría verte sintiendo placer a manos llenas.

- Pero si a mí me gusta hacerlo contigo, no necesito a nadie más – me dijo en tono serio, pero ella, yo, y todo munda sabemos que esto no es cierto, hombres y mujeres fantaseamos con hacerlo con otras personas, para poner pimienta a nuestra sexualidad.

- ¿Entonces por qué lo hiciste con Juan Pablo? – le solté, evocando el nombre de uno de sus expretendientes, con quien estaba yo casi seguro de que me había engañado alguna vez, siendo novios – su rostro empalideció casi de inmediato.

- ¿De qué hablas?, ¿cuál Juan Pablo? – me respondió fingiendo sin éxito no saber de quién le hablaba - ¡Ah!, ¡Juan Pablo! – dijo después, como tratando de fingir que ya se acordaba de quién le hablaba.

- ¡Pero si tiene años que no lo veo! – me replicó.

- Si no te estoy diciendo que me hayas engañado con él recientemente, sino aquella vez que fuiste a Cuernavaca.

- ¡Pero entonces ni siquiera estábamos casados! – se apresuró a decirme, sin medir que con tal expresión estaba confesándome su infidelidad. Yo sólo sonreí, satisfecho de haber confirmado mi sospecha. En ese momento ella se dio cuenta del error que acababa de cometer, pues si bien no estábamos casados entonces, sí éramos novios ya. Quedó como petrificada, sin saber qué decir.

- ¿Ves cómo no me hiere saberte con otro? Tu aventura con él es algo que supe desde que ocurrió, y aún así me casé contigo – le dije para probarle que el saberla con otro no me convierte en un celoso insoportable. En realidad le mentí, porque yo tenía mis fundadas sospechas, pero no estaba 100% seguro de que ella me había sido infiel aquella vez.

- ¡Cómo te atreves a pensar eso de mí!, ¡jamás te he sido infiel! – me replicó, intentando de nuevo hacerse la digna.

- Oye, tranquila. Si alguien debería estar enojado soy yo, y ya ves que desde entonces lo he tomado con calma. Traje a él a colación sólo para demostrarte que en verdad no me afecta saberte con otro. Todo lo contrario, fantaseo mucho con tu infidelidad al punto de que hace unos meses escribí un relato sobre lo que pasó aquella vez en Cuernavaca.

- ¿Un relato sobre lo que pasó en Cuernavaca? ¿Y cómo sabes qué pasó si tú no estuviste? – me dijo, queriéndose hacer la lista.

- Lo que pasó fue muy obvio. No necesité estar ahí todo el tiempo para enterarme de lo ocurrido.

- A ver, préstame ese relato para ver, según tú, qué ocurrió – me dijo. Inmediatamente saqué mi portátil y abrí el documento. Se puso a leerlo. Durante la lectura se notaba nerviosa y sonreía burlona de vez en vez.

- ¡No cabe duda que tienes una imaginación muy fantasiosa! – me dijo socarrona una vez que concluyó el relato, como si de verdad fuera falso. Tenía el rostro típico de una niña traviesa que pretende sostener una mentira terriblemente burda.

- ¿Qué hacía entonces la envoltura de condón en el cesto del baño?

- Te has de haber confundido, no tenía por qué haber ninguna envoltura de condón ahí.

- No, no estoy confundido. Estoy 100% seguro que ahí estaba una envoltura de condón.

- Pues sólo que la haya dejando alguna afanadora – cedió.

- ¿Y entonces qué hacía el semen en tu vagina?

- ¿Cuál semen? Sí estaban empapadas mis bragas, pero era porque hacía mucho que no lo hacíamos y había estado muy caliente todos esos días. Por eso fue que quise que cogiéramos ahí mismo – continúo mintiendo con el cinismo exquisito del que sólo son capaces las mujeres más putas.

No tenía sentido seguir conversando. Estaba atrincherada en su mentira y era obvio que no quería dar el paso que implicaba reconocerse ante mí como una piruja. Tampoco a mí me interesaba que reconociera nada, sólo demostrarle que en verdad me hacía ilusión saberla enchufada por otro cabrón. De manera que sólo atiné a abrazarla lascivamente, para hacerle saber que el hecho de que se hubiera entregado a otro no despertaba celos en mí, sino, por el contrario, una profunda excitación sexual.

Esa vez cogimos como hacía mucho tiempo no lo hacíamos. En medio del frenesí, le pedí que me lo hiciera como se lo hizo a él, y que me llamara “Juan Pablo”. No se atrevió a complacerme en esto último, pero cerró los ojos y empezó a moverse de una manera muy exquisita, como no acostumbraba hacerlo. Mientras yo arremetía contra su conejito, ella llevó su mano a su clítoris para masajearlo mientras yo me la cogía. Empecé a hablarle al oído, tratándola de puta y diciéndole que yo era “Juan Pablo” y que si le gustaría que me la cogiera otra vez. Ella en vez de sentirse ofendida se excitó hasta explotar en un orgasmo que hacía tiempo no tenía. Yo no pude resistir aquello y segundos después también exploté dentro de ella.

En los días siguientes no volví a comentarle nada sobre el asunto, para no presionarla demasiado. Mi estrategia con ella siempre ha sido la paciencia, como cuando le metí la idea de sacarle fotos desnuda, hasta que semanas después era ella quien casi me lo suplicaba. Tenía la esperanza de que, tras haberle metido la idea de serme infiel, ésta madurara poco a poco, hasta que un buen día me diera la sorpresa.

Debieron pasar más o menos un par de meses, cuando súbitamente y como si se tratara de cualquier persona, me soltó la noticia de que “casualmente” la había contactado por Internet el tal Juan Pablo. ¡En la madre! ¿El maldito wey que se cogío a mi vieja cuando era mi novia, la había contactado justo semanas después de que le confesé a ella que sabía lo de su infidelidad con él?

- ¿Y qué cuenta? – le dije, disimulando la confusa emoción que sentí.

- Nada, está reloco – me contestó a secas, como dejando que fuera yo el que le pidiera seguir hablando. Obviamente no resistí la curiosidad.

- ¿Por? – dije tratando de seguir disimilando mi interés.

- Que quiere invitarme un café, imagínate – me contestó ella, también haciéndose la que el tema le resultaba en absoluto aburrido.

- Pero él vive en Aguascalientes ¿no?

- Sí, pero dice que va a venir en dos semanas a un congreso y le gustaría que nos viéramos para platicar, en plan de amigos, claro. Por supuesto que ya le dije que no.

- ¡Vaya! ¡Qué bueno que lo mandaste a la chingada!, ¿pues qué ya se le olvidó al imbécil que eres casada? – le dije encabronado. En verdad la noticia estaba despertando mis celos.

Es curioso, porque por años había tenido la fantasía de que mi mujer me fuera infiel, y ahora que había un pequeño resquicio para la realidad, me estaban asaltando los celos. Y es que por supuesto que no es lo mismo fantasear con la infidelidad de la esposa, que sentirla cercana.

- ¡Hey!, tampoco le digas así. Si no te estoy diciendo que quiera algo conmigo, simplemente quería que tomáramos un café aprovechando que viene para acá al congreso ése. Pero ni te preocupes, que ya le dije que no.

La manera en que lo defendió me hizo entender que en verdad ella le tenía cariño al sujeto. No sé por qué eso me gustó, y el celo comenzó a desaparecer para dar paso a la excitación. Sin embargo, entendí su juego. Ella dijo querer rechazar la invitación del fulano, con la intención de que yo fuera quien le insistiera en ir. ¡Como si no la conociera! Por eso preferí hacerla sufrir un poco y simplemente cambié la conversación.

Los días pasaron y su estado de nerviosismo fue creciendo conforme se acercaba la fecha.

- Fíjate que ya me está remordiendo la conciencia y se me hace grosero no aceptar la invitación de Juan Pablo – me dijo en el desayuno, faltando apenas dos días para la dichosa fecha. A decir verdad, a esas alturas a mí también me había remordido la conciencia pensando que estaba echando a perder la oportunidad de oro para aterrizar fantasías por largo tiempo imaginadas. Sin embargo, mis celos pudieron más.

- ¿Sabes? La verdad sí me gustaría que salieras a tomar un café, pero no con ese wey, todavía recuerdo la mirada burlona que me echó aquella vez, la de tu destrampe en Cuernavaca.

- ¿Cuál destrampe? Ya te dije que allá no ocurrió nada y lo de su risa burlona son alucines tuyos, él te tiene mucho respeto.

- ¿Ah, sí? ¿Cómo sabes que me tiene respeto? ¿Han estado en contacto entonces?

- ¡Pero qué pesado eres! Ya te dije que me contactó por e-mail y nos hemos escrito un par de veces. ¡Anda!, déjame tomar ese cafecito y te prometo portarme bien, sabes que lo estimo y se me hace grosero no verlo. ¿Acaso no me tienes confianza? – y mientras esto me decía se sentó de frente sobre mí, con sus piernas abiertas, haciendo pleno contacto con su vulva sobre mi pene, mediando nuestras ropas. Frotó sus pechos contra el mío, abrió su boca y se entregó en un beso erótico que hacía mucho no me regalaba. Al tiempo, su culo se mecía provocativo frotando más y más mi verga. Bien sabe que con esas actitudes de puta consigue todo de mí.

- ¿Verdad que sí me dejas? – me dijo, sin ceder un instante en su meneo seductor, más bien acentuando el tono de sus jadeos. De momento no me atreví a decir sí. Imaginarla así de puta en los brazos de ese cabrón me causaba una doble sensación de excitación y celos.

- ¿Te portarás bien? – le dije estúpidamente.

- Sabes que soy muy bien portada – me dijo, mientras su cuerpo me decía todo lo contrario. No supe si tomar eso como una promesa de que se portaría de lo más guarra con el tal Juan Pablo.

- Dame tu verguita, la quiero dentro de mí – me dijo al oído seductoramente. ¡Con lo que me revienta que llame a mi miembro “tu verguita”!, pero bueno,  me la llevé al sofá de la sala y le di su ración de “verguita”. Ya era tarde, pero la calentura era mucha y decidí llegar tarde al trabajo. Mientras me la cogía, ella cerraba los ojos y gemía como loca, sin importar que los vecinos escucharan. Seguro se estaba imaginando que se la estaba cogiendo aquel cabrón. Para confirmarlo, empecé a llamarla con el mismo apelativo con que Juan Pablo la solía llamar en la época en la que ambos competimos por ella: “Monique”. ¡Puta! ¡Qué manera de reaccionar! Empezó a intensificar el movimiento de su trasero y en cosa de menos de un minuto se vino estruendosamente. Ante aquella reacción, tampoco pude aguantar mucho y me orgasmeé también.

Al día siguiente, viernes por la tarde, me llamó a la oficina.

- Mi cielo, Juan Pablo ya está aquí.

- ¿Aquí?

- Sí, aquí en la ciudad. Me acaba de hablar. Me invita a cenar. ¿Tienes inconveniente en que lo acompañe?

- ¿No iban a tomar un café mañana?

- Sí, pero llegó desde hoy y el pobre está todo sacado de onda porque hace varios años que no venía para acá y no conoce la ciudad.

- ¿Y quiere que la hagas de su guía turística o qué?

- No seas pesadito, ¿me das permiso de acompañarlo un ratito o no? – me respondió casi al punto de la exasperación. ¡Puta! No tenía opción. Meses atrás le había metido la idea de que me gustaría que me fuera infiel y ahora que parecía estar por cumplirse mi fantasía no podía salirle con babosadas.

- Está bien, pero cuídate mucho por favor, ¿en qué sitio van a cenar? – qué ingenuo me vi. Ni yo me la creí que fueran a cenar.

- No lo sé. Está en el Fiesta Americana y quedé de pasar por él al ratito para de ahí decidir a dónde ir a cenar. ¿Quieres venir con nosotros? – me preguntó hipócritamente. Casi me carcajeo con semejante invitación. No sé qué cara hubiera puesto si le tomo la palabra.

- No, para nada. Sabes que el sujeto no es santo de mi devoción. No hay problema, sólo llévate el celular para cualquier cosa que se ofrezca. ¿Entonces ya no te alcanzo en casa?

- No, ya voy de salida, se supone que tenía que estar con él desde hace media hora. Si se me hace un poquito tarde no te preocupes ¿eh?, tenemos muchas cosas por platicar.  Te quiero mucho y gracias por ser tan bueno. Te mando un besito.

- Sí llevas protección, ¿verdad?

- ¿Protección? – ¡en la madre! La estaba cajeteando, se supone que no iba a coger.

- Paraguas, por si llueve, mi cielo – atiné a decirle.

- Es plena primavera, tontito. No llueve estos días. Ya me tengo que ir.

- Sale, cariño, pero cuídate mucho, nos vemos en casa. Bye.

En cuanto colgué el teléfono sentí un tremendo hueco en el estómago. ¿Acababa de darle permiso a mi esposa de acostarse con otro o sólo eran alucines míos y en verdad sólo iban a cenar? Apenas eran las 5 de la tarde. ¿Para qué iría por él “para ir a cenar” tan temprano? Esperé la hora de la salida de la oficina pasmado, mucho más preocupado por la pendejada que acababa de hacer, que entusiasmado por la fantasía aparentemente en curso de realización. En cuanto dieron las 6:30 salí para la casa y a las 7:00 ya me encontraba en ella pasando por una extrañísima sensación de soledad. Mil pensamientos pasaron por mi mente, algunos excitantes, otros remordientes de la conciencia, hasta que súbitamente me llegó la idea de explorar la portátil de mi esposa para ver si encontraba algo que me ayudara a pasar aquellos momentos.

Lo primero que hice fue tratar de acceder a su cuenta de correo, pero por muchos intentos que hice probando con diferentes claves que procuré adivinar, con ninguna lo logré. Luego exploré su carpeta de archivos recibidos y me encontré con la primera sorpresa: varias fotos guarras del susodicho y diversos archivos de contenido sexual, algunos de bromas, algunos de porno. Entonces entendí por qué ella me había hablado de que sólo habían intercambiado “un par de correos”, ¡la mayoría del tiempo se la pasaban chateando por el Messenger! ¡Claro! ¡Quizás por ahí estuvieran grabadas las conversaciones! Me puse a buscarlas y, dicho y hecho, estaban en la carpeta de archivos recibidos. La muy boba se había asegurado de poner una buena clave de acceso a su cuenta de correo, pero no había tenido la precaución de configurar el Messenger para que no se guardaran sus conversaciones automáticamente.

Abrí la conversación más antigua y me topé con el diálogo que copio y pego, quitando unas cuantas líneas, por contener datos privados:

Juan Pablo says:
¡¡¡Hola!!!
Juan Pablo says:
Me dio muchísimo gusto recibir tu correo. ¿Cómo te ha ido? ¿No estás ocupada?
Mnica says:
hola
Mnica says:
jijiji no cambias
Mnica says:
bien dentro de lo que cabe
Juan Pablo says:
¿No cambio? ¿Por qué lo dices?
Mnica says:
tendría que estar haciendo la comida pero no te preocupes pido pizza ji ji
Juan Pablo says:
¿Bien dentro de lo que cabe? ¿Cómo?
Mnica says:
pues porque hasta para chatear eres muy formal ji ji
Juan Pablo says:
¡Ah! ¡Ya capto! Es que te faltó una coma después del “bien”, no es lo mismo decir “bien dentro de lo que cabe”, que “bien, dentro de lo que cabe”, pensé que me estabas albureando jajaja
Mnica says:
no entiendes burrito????
Mnica says:
ji ji ji de veras lo que una coma cambia las cosas… por cierto te gustaría estar dentro de lo que cabes???? ji ji
Juan Pablo says:
¿“Burrito”? ¿Me lo dices por tonto o por lo otro? jajaja
Juan Pablo says:
¿A qué te refieres?
Mnica says:
ji ji ji pues no era por eso era por tonto pero ahora que lo dices también es por eso ji ji
Mnica says:
A eso a que si no te gustaría estar dentro de lo que cabes ji ji
Juan Pablo says:
Mujer, ¿qué en tu teclado no funciona la tecla de la coma?
Juan Pablo says:
Claro que me gustaría estar dentro de lo que “cabo” jajajajaja
Mnica says:
ji ji ji ves como no cambias???? qué importan las comas???? ji ji
Mnica says:
De veras????
Juan Pablo says:
Si acaso entendí bien (ojalá), claro que me gustaría. ¡No sabes cómo recuerdo esa semana!
Mnica says:
Pues qué es lo que entendiste cochino ji ji ji
Juan Pablo says:
¿Te digo y no te enojas?
Mnica says:
A ver dime
Juan Pablo says:
Estar dentro de lo que quepo… y me gustó tanto estar. ¡Ups! Se me hace que me va a tocar bofetada virtual jajaja
Mnica says:
Todo lo contrario te he extrañado mucho estos años
Juan Pablo says:
¿Me estás cotorreando?
Mnica says:
no sabes que no…
Juan Pablo says:
Pero lo preferiste a él ¿por qué?
Mnica says:
porque no podía quedarme con los dos
Mnica says:
que te extrañe no quiere decir que no lo quiera a él
Juan Pablo says:
Yo sé por qué lo preferiste
Mnica says:
ah sí????
Mnica says:
a ver por qué?????
Mnica says:
dime
Mnica says:
te comieron los dedos los ratones???? ji ji ji
Juan Pablo says:
El era mejor partido ¿no es así?
Juan Pablo says:
Tenía más lana que yo
Mnica says:
qué cosas dicen ustedes todos son iguales
Juan Pablo says:
¿Entonces por qué lo preferiste?
Mnica says:
qué tal si mejor hablamos de cosas más ricas????
Mnica says:
no te gustaría????
Juan Pablo says:
¿Gustarme qué?
Mnica says:
hablar de cosas más ricas burrito
Juan Pablo says:
¿Cómo cuáles o qué?
Mnica says:
pues lo que te decía, estar en lo que cabes ji ji ji
Juan Pablo says:
Condenada, me estás calentando mucho, no se vale jugar así
Mnica says:
y quién dice que estoy jugando, deja te cuento
Mnica says:
resulta que en días pasados mi maridito me dijo que sabía lo que había pasado entre nosotros en Cuernavaca
Mnica says:
cómo ves????
Juan Pablo says:
¿En serio?
Mnica says:
Totalmente hasta me habló de que dejaste la envoltura del condón en el cesto so inútil ji ji
Juan Pablo says:
Chin.
Juan Pablo says:
¿Y por qué no te lo dijo entonces?
Mnica says:
no sé creo que no estaba seguro y no quería problemas
Juan Pablo says:
¿Y diez años después te lo viene a reclamar?
Mnica says:
ji ji ji no no exactamente
Juan Pablo says:
¿Entonces?
Mnica says:
de veras quieres saber????
Juan Pablo says:
¡¡¡¡Claro!!!!
Mnica says:
Dice que fantasea mucho imaginándome de piru con otro ji ji
Juan Pablo says:
¡¡¡Plop!!!
Juan Pablo says:
¡¡¡Hija de tu madre!!!! Me estás cotorreando ¿verdad?
Mnica says:
ji ji ji ji no es la purititititita verdad
Juan Pablo says:
WWWWOOOOOOWWWWWWWW la de cosas que me estoy imaginando en este momento
Juan Pablo says:
¿Y qué le dijiste?
Mnica says:
qué es lo que te estás imaginando????
Juan Pablo says:
Ya te imaginarás jeje
Mnica says:
Pues le dije que cómo se atrevía a decirme eso, que yo era algo así como una santa ji ji
Juan Pablo says:
Me consta que coges como santa… jajaja
Mnica says:
pero dime que es lo que te estás imaginando so burrito
Juan Pablo says:
Que voy a visitarte y complacemos las fantasías de tu mariado, por supuesto.
Mnica says:
guau!!!! En verdad lo harías????
Juan Pablo says:
Pero por supuesto jeje
Mnica says:
y tu señora te dará permso????
Juan Pablo says:
Es más fácil pedir perdón que permiso, pero aún no me la creo y pienso que me estás choreando
Mnica says:
pero qué necio eres quieres una pruebita de amor????
Juan Pablo says:
¿Una prueba? ¿Cómo cuál o qué?
Mnica says:
te mando fotitos de mí
Mnica says:
pero también me debes mandar fotitos de ti
Mnica says:
sigues igual de bueno???? ji ji
Juan Pablo says:
¡¡¡Hecho!!! Me gusta la idea
Juan Pablo says:
A las pruebas me remito. A ti ni te pregunto porque debes seguir igual de buenísima
Mnica says:
ni tanto, estoy que no aguanto las lonjitas ji ji
Mnica says:
pero con muchas ganas de sentirte de nuevo
Mnica says:
la noche en que Héctor me platicó de esto me lo cogí como la loca porque imaginé que él eras tú aunque su cosita es más pequeñita ji ji
Juan Pablo says:
Con lonjitas te me antojas más
Juan Pablo says:
¿De veras?
Mnica says:
de veras qué?
Juan Pablo says:
¿De veras es más pequeñita? jajaja
Mnica says:
qué esperabas mi burrito? ji ji
Mnica says:
tienes la más grande que yo haya conocido ji ji
Juan Pablo says:
¿Has conocido otras en este tiempo?
Mnica says:
ji ji ji pero qué curioso eres!!!!
Mnica says:
mejor no te cuento porque no me vas a querer por piru ji ji ji
Juan Pablo says:
¿Qué tiene de malo ser curioso?
Mnica says:
de veras quieres que te cuente????
Juan Pablo says:
WWWWWWWWOOOOOOOOOOWWWWWWWWWWWW
Juan Pablo says:
¿Entonces sí ha habido cosas?
Juan Pablo says:
¡Claro! ¡Cuenta por favor!
Mnica says:
la curiosidad mato al gato ji ji
Juan Pablo says:
Me estás cotorreando de nuevo
Mnica says:
Sabes que me gusta????
Mnica says:
Andar por la casa en ropita sexy
Juan Pablo says:
¿Qué te gusta?
Juan Pablo says:
WWWWWWWWWOOOOOOOOOOOWWWWWWWWWWWW
Mnica says:
una vez vino el del sky
Juan Pablo says:
¿En serio?
Juan Pablo says:
¿El del Sky?
Mnica says:
yo andaba en ropita en camisón ji ji
Mnica says:
sí para arreglar lo de la tele
Juan Pablo says:
¿Y qué pasó?
Mnica says:
ji ji se me transparentaban las bubis y se puso nerviosísimo
Mnica says:
le pedí disculpa por las fachas
Mnica says:
lo llevé a la recámara porque es donde tengo el aparato
Juan Pablo says:
Quien fuera técnico de Sky jajaja
Mnica says:
mientras revisaba el aparato me puse a recoger porque ni la cama había tendido
Mnica says:
me hizo mucha gracia que no me quitaba la vista de encima ji ji
Mnica says:
arregló el aparato en unos minutos y al terminar me preguntó si vivía sola
Juan Pablo says:
¿Entonces te revisó “el aparato”? jejeje
Mnica says:
le dije que sí que mi marido viajaba mucho ji ji
Mnica says:
no estaba muy guapo pero sí se me antojaba ji ji
Mnica says:
ji ji si lo revisó todo ji ji
Juan Pablo says:
¡Dejarías de ser Monique! jajaja
Mnica says:
me dijo que era muy guapa y que le recordaba a una novia que tuvo
Mnica says:
nada más me reí ustedes no se saben otra para ligar ji ji
Juan Pablo says:
¿Y qué le dijiste?
Juan Pablo says:
¡Ah! jajaja
Mnica says:
y ya no te cuento lo que sigue porque de piru no me bajas ji ji
Juan Pablo says:
¿Te lo echaste al plato entonces?
Mnica says:
al único que me quiero echar al plato es a otro ji ji
Juan Pablo says:
Jajaja no te vayas por la tangente, cuenta
Mnica says:
no seas curiosito te cuento pero en una cama para estar cómodos ji ji
Mnica says:
o no quieres complacer a mi maridito????
Juan Pablo says:
¿Segura que no me estás cotorreando?
Mnica says:
si no me crees me busco otro para que me ayude con la fantasía de Héctor ji ji
Juan Pablo says:
jajaja no lo dudo
Mnica says:
cuidado con lo que dices, que me estás diciendo piru ji ji
Juan Pablo says:
Aquella vez te gustó que te dijera cositas así al oído
Mnica says:
no estoy diciendo que ya no me gusten ji ji
Juan Pablo says:
Chin. Debo irme, me requieren por acá. Dame tu teléfono por favor.
Mnica says:
no hay problema burrito piensa la propuesta
Juan Pablo says:
No hay nada qué pensar, dalo por un hecho. Si es que no me has cotorreado jajaja
Mnica says:
que no es en serio la propuesta
Juan Pablo says:
Ok. Estamos en contacto. Cuídate. Adiós.
Mnica says:
besitos bye

Bueno. Ya se podrán imaginar lo que pasé cuando leí esto. Por un lado confirmaba ese lado B de la mujer a la que amaba. Sabía que me ocultaba cosas y que conmigo se hacía la mosquita muerta, pero no tenía idea de que fuera tan zorra. Sin embargo, lejos de sentirme ofendido por el descubrimiento, sentí una extraña sensación de placer. La imaginaba en esos momentos putísimamente entregada al tal “burrito”, y lo disfrutaba muchísimo. Como es de suponer, me puse a explorar otras conversaciones, eran como 40, aunque algunas son cortas. Chatearon casi diario. Tuvieron cibersexo, se platicaron fantasías, hablaron también sobre temas comunes nada interesantes, tocaron su aventura en Cuernavaca, otras cosas que no entendí, etc. Obvio es decir que no pude leer con detalle todas las conversaciones ese día. La calentura me ganó.

Pensando en lo que en esos momentos mi putísima esposa hacía con su expretendiente, me metí en la cama para masturbarme. La imaginaba mamando aquella enorme verga (en efecto la tenía grande, aunque no tanto como para merecer el apodo de “burro”, lo sabía entonces por las fotos guarras que él le había mandado), siendo follada como perra, recibiendo la leche en su coño o estrenando su culo (jamás me ha permitido cogérmela por el culo). Más turbado que nunca, me vine rápidamente y caí dormido. Debieron ser apenas como las 11 de la noche.

Horas más tarde me despertó el ruido de un auto que se estacionó afuera de mi casa; nuestra recámara da a la calle. Pensé que era ella, asomé a la ventana, pero en vez de la camioneta de mi mujer, a la distancia se veía la silueta de un sedán. Intrigado, me quedé observando la escena. Una pareja se besuqueaba dentro, después de unos minutos salió una mujer que se dirigió hacia la puerta de mi casa. Era ella. Se veía que no andaba en sus cinco, porque caminaba con la dificultad propia de una ebria. El tipo la esperó desde el auto hasta que ella logró con problemas abrir la puerta, y entonces se fue. Me hice el dormido aguardando la llegada de mi mujer a la recámara. Aunque la luz principal del cuarto estaba apagada, iluminaba la habitación la tenue luz de una lámpara de buró. Mantuve mis ojos cerrados. No sé bien por qué. Quizá por la cobardía de encarar la situación. Quizá porque no deseaba echar a perder lo sucedido. Se notaba que ella trataba de no hacer ruido para no despertarme, pues no oí sus tacones sino hasta que los soltó sobre el suelo; se los había quitado y los llevaba en la mano seguramente. En seguida se tiró sobre la cama.

Esperé unos diez minutos hasta escuchar la respiración propia de cuando duerme. Finalmente abrí los ojos. Ahí estaba, sobre el edredón de la cama, recostada en posición semifetal. Vestía una pequeña falda que no le conocía, seguramente la había comprado para la ocasión. Su blusa también era nueva, de escote generoso, que dejaba ver buena parte de sus frondosos senos. Se ve que fue perfectamente disfrazada de puta. No resistí la tentación de levantar su falda, tenía la esperanza de encontrarla sin bragas, pero no, ahí estaba la tanga montada en su culo. Acerqué mis dedos y empecé a tocarla tímidamente en el sexo, buscando humedad. Entonces me di cuenta de que se había depilado el vello púbico, cosa que jamás había hecho anteriormente. Días después, leyendo una de sus conversaciones, supe que lo había hecho a solicitud de él. Hice de lado su tanga, para sentir sus labios, pero no estaba particularmente húmeda, como yo esperaba. No obstante, su prenda mostraba ciertas manchas. Me decidí a quitársela. Supuse que ella estaba profundamente dormida, porque no pareció percatarse de mi acción en lo más mínimo. Pude entonces analizar la prenda. En efecto, presentaba ciertas manchas secas que parecían de semen. Esa tanga era todo un trofeo que decidí esconder en uno de mis cajones del closet. Regresé a la cama y proseguí la exploración del coño de mi esposa. La tenue luz de la lámpara me reveló que su coño se notaba irritado, todo indicaba que había cogido demasiado, la muy puta.  Un impulso me hizo separar sus piernas y empezar a mamarle el coño, pero apenas la toqué con mi lengua, medio dormida y borracha emitió un gemido de dolor y cerró sus piernas diciendo “¡no!”. Entonces quise despertarla a besos, para que atenuara mi calentura, pero de nuevo sólo me encontré con su rechazo. Quedaba claro que la guarra ya había recibido todo el sexo que su cuerpo deseaba por esa noche. Como horas antes, lo único que me quedó fue hacerme una chaqueta. Llegado el momento y para satisfacer una vieja fantasía que ella me tenía prohibida, me vine en su rostro y su pelo, aprovechando que estaba bien peda y ni cuenta se daría. En efecto, no se despertó al recibir mi semen, que por otro lado no fue gran cosa, debido a que horas antes me había masturbado.

A la mañana siguiente desperté y ella seguía profundamente dormida. Como era sábado, me puse a ver la tele. Debieron ser como las 12 cuando por fin despertó. Tenía una cara de cruda, que no podía con ella.

- ¿Qué horas son? – preguntó medio asustada en cuanto tomó conciencia.

- Como las doce, ¿cómo te fue? – le respondí.

- ¡¿Las doce?! ¡En la madre! ¡Quedé de ir a desayunar con Juan Pablo a las 11! – respondió.

- ¿Pues a qué hora llegaste anoche? – le cuestioné para jugar un poco.

- Déjame hablarle para avisarle que se me hizo tarde – me dijo, sin dar visos de que había escuchado mi pregunta. Tomó entonces el teléfono y marcó el teléfono del hotel.

- Hola. Voy despertando, se me hizo un poco tarde – dijo una vez que le contestó el sujeto. La plática siguió con risas y frases cortas por parte de ella.

- Chiquitín, ¿me puedes traer un vaso de agua? – me dijo con obvia intención de que la dejara sola para que hablara libremente. Al instante salí del cuarto, pero me quedé afuera tratando de oír sus palabras. Bajó la voz, pero pude oír algunas cosas… “estuviste delicioso”… “no, todo bien”… “cuando recién me recosté pensó que estaba dormida y me quitó las bragas”… “sí, luego me empezó a lamer justo ahí”… “eres un depravado insaciable, te adoro”… “¿a la una entonces?”… “claro, bye, muchos besos”.

En cuanto terminó con la conversación me dirigí sigilosamente a la cocina por el agua que me había encargado. Cuando regresé, ella ya estaba tomando una ducha. Le puse su vaso de agua sobre el tocador y me recosté para ver la tele. Al poco rato salió envuelta en su bata de baño.

- Ando a las carreras, Juan Pablo va a pasar a la una por mí. Te manda saludos.

- ¿Y la camioneta?

- ¡Ay!, la dejé estacionada porque… la verdad… se me pasaron las copitas, cariño.

- ¿Y entonces cómo te viniste?

- Me trajo Juan Pablo.

- ¿Pues a qué hora llegaste?

- Ay, no recuerdo, pero ya no me distraigas porque se me va a hacer tarde.

- ¿Qué tiene que hablemos mientras te arreglas? Hablar no te quita tiempo.

- Claro que quita tiempo, me haces preguntas y en lo que me acuerdo pasan minutos.

- Sólo dime cómo te la pasaste.

- Bien, nos la pasamos muy bien – me dijo, mientras se enfundaba en una sexy tanga.

- ¿A dónde lo llevaste?

- Ay, pues a diferentes lugares, te digo que ya no me distraigas, mi cielo – respondía al tiempo que se colocaba encima una blusita súper sexy, cuya delgadez mostraba el relieve de sus pezones.

- ¿Pero no me vas a contar qué hicieron? – le dije, desesperado por obtener un poquito de lo que habían pasado juntos.

- Pues ir a lugares y platicar, ¿qué más íbamos a hacer, tontito? – contestó cínicamente, mientras se enfundaba en unos jeans a la cadera que hacía lucir soberbio a su par de nalgas.

- ¡Guau!, ¡te ves fabulosa! – le dije con toda sinceridad.

- ¿Sí te gusta? ¿No es demasiado juvenil?

- No, para nada, te queda perfecto – dicho esto, me paré súper excitado y la abracé lascivamente.

- ¿Qué haces, chiquitín? ¿No ves que no tarda en venir Juan Pablo?

- Es que te me antojas demasiado, cariño.

- Sí, pero se me está haciendo tarde, chiquito. Mira, si te portas bien te voy a traer un regalito - al tiempo que esto decía, deslizaba su mano por debajo de mi pijama hasta tocar mi culo con la yema de uno de sus dedos.

¿Qué me estaba queriendo decir? Yo me quedé quieto, como siempre que me pone el dedo ahí. Eso debía ser, si la dejaba prepararse tranquila para su amante, me haría un rico masaje a su regreso.

- Bueno, basta de juegos. Sal tantito mientras arreglo unas cositas – dijo al tiempo que retiraba su mano de mi trasero.

- Está bien, ya dejaré que termines de arreglarte tranquila, ¿pero para qué quieres que me salga del cuarto?

- Porque necesito arreglar unas cositas, tontito.

- ¿Qué cositas?

- Ya. Si no quieres salir del cuarto, no salgas. Nomás luego no me vayas a recriminar nada.

A continuación, tomó una pequeña maleta y empezó a guardar lencería en ella.

- ¿Para qué? – le pregunté atónito.

- ¿Ves por qué no quería que te quedaras en el cuarto? Sencillamente Juan Pablo me pidió que le recomendara lencería para comprarle a su esposa y le voy a enseñar ésta.

- ¿Y se la vas a modelar o qué?

- Ay ¡¿cómo crees?! De veras que te gusta hacerte la víctima. Sólo se la mostraré, punto.

Los dos estábamos actuando como verdaderos estúpidos. Ella fingiendo fidelidad, y yo haciéndome pendejo, como si no supiera que el cabrón ése se la estaba cogiendo. Sin embargo, el juego resultaba muy divertido.

Finalmente accedí a dejarla un rato a solas, para que terminara de arreglarse.

Al poco tiempo sonó un claxon. Era el sujeto. Mónica salió del cuarto hecha una diosa, una diosa piruja, pero diosa al fin. Mucho más apresurada de lo que suele hacerlo cuando salimos juntos, se despidió con un fugaz beso diciendo que regresaba al rato. Tratando de ser discreto, asomé por la ventana para verla. Él la esperaba en su auto. Se saludaron con un beso en la boca y se fueron.

De nuevo me encontré solo en casa mientras mi esposa paseaba con un wey que se la estaba cogiendo. La situación fantaseada por mí por varios años se estaba cumpliendo, y sin embargo no me sentía del todo bien. Es decir, me gustaba ver a mi esposa así de entusiasmada como la había visto hacía rato, pero algo de aquello no me convencía. Quizá eran el celo, la soledad, el aburrimiento en el que me encontraba en ese instante. Pero luego empecé a imaginarla siendo colmada de placer por aquel cabrón y de inmediato el desánimo se convirtió en excitación. Siempre me ha gustado imaginarla disfrutando. Entonces acudí de nuevo a la computadora de mi esposa, para seguir leyendo cosas.

En principio lo mismo de las primeras conversaciones. Nada nuevo. Pero de repente me topé con una en la que hablaban de mí. Ella le platicaba que a mí me gustaba que ella me metiera el dedo por el culo y el imbécil le contestaba que entonces seguro yo era un marica. Quedaba claro que el sujeto era un perfecto ignorante en materia de sexualidad. Lo que me llamó la atención es que ella, en vez de negar que yo era puto, parecía aceptar los comentarios de Juan Pablo como si vinieran de un erudito, incluso, la muy pendeja reforzaba le teoría del mamón añadiendo que yo había probado semen de su vagina sin decir nada, la vez que él se la cogió en Cuernavaca. ¡Puta! Mi propia esposa tildádome de maricón por culpa de este imbécil. Comparando la fecha de esta conversación, vi que encajaba más o menos con una ocasión reciente en la que haciendo el amor ella actuó de manera extraña, colocándose detrás de mí como si fuera hombre y estuviera cogiéndome de a perrito, incluso con movimientos pélvicos y sus manos sujetando mi cintura. En aquel momento pensé que era tan solo un juego erótico de su parte, pero ahora entendía que seguro estaba, según ella, “confirmando” mis tendencias homosexuales. Como esta vez no se la hice de tos, seguro pensó “sí, el burrito tiene razón, mi esposo es un maricón”. En fin, seguí leyendo.

El tal burrito le “explicaba” que había estado investigando en Internet, y que había leído que los hombres que fantaseaban con que su mujer los hiciera cornudos, eran homosexuales reprimidos que lo que en el fondo buscaban era tener un trío bisexual con otro hombre, para poder sostener relaciones homosexuales disfrazándolas de heterosexualidad. ¡Vaya pendejada! Ella entonces le preguntaba si estaría dispuesto a hacer un trío con nosotros dos en ese plan y Juan Pablo le respondió que le hacía mucha ilusión volver a cogérsela a ella, pero que jamás podría coger con un hombre. Pero que no se preocupara, que él podía conseguir un puto profesional que me llenara de verga. Ella sólo reía sus estúpidas bromas. Cuando leí eso me vino a la memoria el comentario que ella me hizo en su momento: “él te respeta mucho”. ¡Sí, cómo no, grandísimo imbécil! Pero bueno, fue el tipo que ella escogió para hacer realidad mi fantasía y ahora tenía que aguantarme.

Decidí entonces pensar en mejores cosas que en las pueriles burlas del “burrito”. Recordé las bragas impregnadas de pecado, las saqué del closet y me metí a la cama para olerlas mientras me masturbaba, reproduciendo en mi imaginación lo que estaría pasando mi esposa siendo enchufada por semejante patán. Me vine en cosa de minutos y dediqué el resto de la tarde a ver películas. Llegada la noche, bebí un poco y caí dormido. Esta vez no me di cuenta a qué horas llegó ella. Cuando desperté eran las 6 de la mañana y ella ya estaba metida en la cama. Esta vez sí se había puesto ropa de dormir, pues sus jeans, su blusa y su chaqueta yacían sobre el piso. Quizá no habría llegado tan ebria. Comprobé en la cochera que, en efecto, esta vez sí había traído la camioneta de regreso, lo cual confirmaba que no habría llegado tan ebria como la otra noche. Debieron ser como las 12 del día cuando por fin despertó.

- ¿Cómo te fue? – le dije en cuanto la vi despierta.

- Muy bien, chiquito, gracias, me la pasé muy bien.

- ¿Qué tanto hicieron?

- Pues platicar, platicamos mucho.

- ¿Y sólo eso? – le dije tratando de animarla a platicarme lo que yo quería.

- ¿Acaso te hubiera gustado que hubiese hecho algo más que platicar? – me contestó con voz cachonda mientras se acercaba a mí en búsqueda de mis labios. Sin alcanzar a responder, nos fundimos en un abrazo sexual. Era obvio que me deseaba callar. La empecé a manosear y cuando llegué a sus labios vaginales emitió un gemido.

- ¿Qué pasa? – le dije

- Nada, me duele un poquito.

- ¿Por? – vaya pregunta más pendeja, pero ni modo, la hice. Ella calló, pero sentí que me gritaba “¡¿pues por qué ha de ser, pendejo?!, porque me atasqué de verga con mi amigo”.

- Te prometí que te iba a traer un regalo si te portabas bien – me dijo para desviar la conversación, en seguida hizo que me recostara boca abajo – quédate aquí, con los ojos cerrados, ahorita vengo. Obedientemente cerré los ojos. Escuché que se paró e instantes después regresó a la cama. A continuación sus dedos húmedos tocaban mi culo untándome una especie de lubricante. Pensé que me lubricaba para darme un rico masaje con su dedo, pero instantes después sentí que con un objeto intentaba penetrarme.

- ¿Qué haces?

- Tú tranquilo, es el regalo que te prometí – me dijo.

Recordé entonces la conversación que tuvo con su amigo. Aquella idea estúpida de que, como yo disfrutaba del masaje prostático, entonces era un gay. Estuve a punto de interrumpir aquello, pero el anhelo de placer pudo más. Si dentro de su incultura sexual pensaba que yo bateaba con la zurda, era muy su problema, por lo pronto yo disfrutaría de lo que me había traído. Poco a poco comenzó a hacer un movimiento de entrada y salida con el juguete sobre mi culo. En cada regreso penetraba un poco más. Mientras esto hacía comenzó a decirme cosas cachondas.

- ¿Te gusta? - ¿qué esperaba que le dijera, la muy zorra, si acababa de encender el vibrador? Con un movimiento de cabeza le dije que sí.

- ¿Quieres más fuerte? – si era obvio que me estaba gustando, más obvio era que sí anhelaba mayor intensidad en la vibración. Volví a asentir con la cabeza.

- ¿Te gusta la verga en tu culito? ¿Te gustaría una real? - ¡por Dios! ¡pero qué mujer más…! Me gusta la estimulación de mi próstata, si el objeto que estimula es un dedo, un juguete o una verga real, es lo de menos. Pero ni modo, preferí decir lo que quería escuchar. Esta vez salió un tímido “sí” de mis labios. Sin sacar el vibrador del sitio en el que estaba, comenzó a masturbarme y a decirme cosas en mi oído; cosas como “la pasé muy rico ayer”, “hizo que me viniera como veinte veces”, “la tiene más grande que la tuya”, “me la metió por el culito”, “se vino en mi boca”, “imagina que te la está metiendo él”. Fue cosa de un par de minutos para que mis sábanas estuvieran manchadas de mi semen.

Tras descansar unos minutos, quise devolverle la cortesía acariciándola, pero me reiteró que estaba un poco adolorida, de manera que el fin de semana continuó sin mayores episodios sexuales, salvo los que se desarrollaron en mi mente todo el tiempo, pensando en las deliciosas depravaciones que podrían estar a la vuelta de la esquina a partir de aquel fin de semana.

2 comentarios:

  1. Hola, tengo unas vivencias muy similares a las tuyas que me gustaría platicar contigo. Exhibo algo de nuestra vida sexual en parejamexicana.blogspot.com Mi esposa me ha puesto unos cuernazos y me gustaría hablarlo con alguien que haya pasado por lo mismo que yo. Saludos

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  2. Disculpa, voy apenas leyendo tu comentario, amigo. Soy todo oídos, si lo deseas puedes escribirme a la dirección de correo slemx de hotmail.com, será todo un placer intercambiar experiencias y opiniones contigo. Un abrazo.

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