martes, 14 de febrero de 2012

Sexo al alba


Me topé con este artículo que me pidió a gritos ser copiado y pegado aquí. Habla sobre esta realidad que cualquiera que se asome un poco al tema puede ver: somos "infieles" por naturaleza.

Me da mucho gusto que este tipo de temas se toquen en especios "convencionales". Como que ya es hora de que ciertas realidades evidentes salgan del closet y estén a la vista de todo el mundo.



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http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=15&idTitulo=147872

Sergio Sarmiento
Jaque Mate

“Tus hijos no son tus hijos; son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.”
Gibrán Jalil Gibrán

Nos han dicho insistentemente que los humanos somos monógamos: quizá los hombres se descarrían, pero la fidelidad de las mujeres mantiene el matrimonio que es parte de nuestra naturaleza. Sin embargo, Christopher Ryan y Cacilda Jethá nos dicen en su libro Sex at Dawn (Sexo al alba; 2010, Harpers Collins) que esta idea es falsa. Los seres humanos –hombres y mujeres— somos tan promiscuos como los bonobos, nuestros parientes más cercanos.
El Homo sapiens se separó de la línea evolutiva de bonobos y chimpancés hace apenas 5 millones de años; durante un millón de años hubo probablemente intercambios sexuales entre las distintas especies. Nuestro ADN es diferente sólo en 1.6 por ciento del de bonobos y chimpancés. En contraste los orangutanes se separaron de la línea común hace 16 millones de años.
Tanto los bonobos como los chimpancés son marcadamente promiscuos. Sus hembras copulan con todos los machos del grupo y también con los de otras comunidades. Esto genera competencia entre espermas distintos y permite que el más fuerte fecunde a la hembra. El intercambio sexual con otros grupos trae nuevos genes a la comunidad.
A pesar de nuestra cercanía con estas especies, muchos investigadores han sostenido que los seres humanos somos monógamos. Charles Darwin argumentaba que las hembras humanas, en particular, son más reticentes que los hombres a la actividad sexual. Ryan y Jethá afirman, sin embargo, que la reticencia femenina es cultural y no biológica.
Ningún primate que viva en grupos es monógamo. Los únicos primates monógamos habitan en copas de árboles y en familias aisladas. Sólo 3 por ciento de los mamíferos, por otra parte, son monógamos.
El adulterio ha sido documentado en todas las sociedades humanas y hoy es la principal causa de divorcio. Los brutales castigos a las adúlteras —ya que la conducta es tolerada en los hombres— sugieren que la fidelidad no es natural sino un comportamiento impuesto por la sociedad.
Tras analizar la información disponible sobre sociedades primitivas y grupos contemporáneos recolectores, Ryan y Jethá concluyen que los seres humanos somos naturalmente tan promiscuos como los bonobos. Las comunidades primitivas compartían todo, desde alimentos hasta parejas sexuales. Los niños eran hijos de la comunidad y todos los miembros los protegían. No había siquiera una idea clara de que un acto sexual llevara al nacimiento de un hijo en particular.
La anatomía humana es típica de una especie promiscua. El pene es particularmente grande en comparación con el cuerpo. El glande está hecho para retirar semen de otros hombres e introducir el propio más profundamente. El hombre debe descansar después de un acto sexual, pero la mujer puede copular decenas de veces y, si no es agobiada por inhibiciones sociales, goza de múltiples orgasmos. La falta de variedad de la monogamia, además, reduce el deseo sexual.
La monogamia, según Ryan y Jethá, surge apenas hace unos 10 mil años en paralelo con la agricultura, que hace que algunos hombres concentren tierras y busquen asegurar que quienes las heredan sean realmente sus hijos. En el alba de la humanidad el sexo era más libre. Los autores añaden: “Al insistir en una visión ideal del matrimonio basada en una fidelidad sexual a una persona durante toda una vida, una visión que la mayoría de nosotros aprende que no es realista, invitamos un castigo sobre nosotros, sobre nuestras parejas y sobre nuestros hijos.”

4 comentarios:

  1. Por lo que indica la monogamia, aparte de nuestra tradición represora, no deja de ser una forma de egoísmo mayoritariamente masculino.
    Bienvenido de nuevo :)

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  2. No es egoísmo masculino, es egoísmo humano. Yo soy mujer y también me gustaría saber quién es el padre de mi hijo/a, conocer su genética, tener un hijo de la persona que considero mejor intelectualmente, y no sólo físicamente (que sería la que tendría los espermatozoides más capaces de llegar al óvulo, entre el semen de los demás hombres). La monogamia también es un signo de desarrollo, creo.

    Pero claro que hoy en día con los métodos anticonceptivos de los que gozamos podríamos hacer esa selección de genética sin necesidad de abstención alguna :)

    De todos modos, el ser humano es un animal colectivo e individualista al mismo tiempo, y ese lado individualista es el que va ligado al egoísmo y por consiguiente, a la monogamia. No depende de ser hombre o mujer. Yo por lo menos lo siento así. El amor de pareja tiene también cierto punto de "querer poseer a la otra persona", y no porque la veamos como a un objeto sobre el que podemos ejercer un derecho de propiedad, sino porque el amor lleva consigo ese sentimiento de UNICIDAD: de que lo que tenemos con esa persona es algo único que no es posible que se reproduzca entre ella y otra. Sea esto instintivo o cultural, si se sigue manteniendo generación tras generación será porque también nos ha traído algún beneficio, ¿no creeis?

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  3. Esto era sobre todo una respuesta al comentario de Mix 7370 :) También una reflexión sobre el artículo del post, que me ha parecido interesantísimo. Pero con esa puntualización: quizás la monogamia naciera a raíz de ese egoísmo masculino,sí; pero en mi opinión, hoy (al menos en nuestra sociedad occidental) no sería por eso por lo que se perpetúa.

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  4. Tengo la sensación de que los hombres somos más dados al egoísmo que las chicas, como comenta Mix, Dem. Sin embargo, coincido contigo en que en ustedes también se da de manera importante, siendo así que el egoísmo es, ciertamente, un atributo humano.

    Efectivamente, creo que la monogamia conlleva ventajas innegables (y desventajas, claro), aunque no coincido en que esta forma de vida se ha perpetuado. Vivimos en una sociedad de doble moral en la que retóricamente se defiende la monogamia, mientras que, en la práctica, una parte importante de la población la quebranta.

    Las estadísticas de "infidelidad" son demoledoras y han crecido mucho en los años recientes. ¿El chamucho nos está poseyendo? Más bien creo que la naturaleza también influye y el ser humano se mueve "jaloneado" por los contradictorios llamados de Natura y las normas sociales.

    Fuimos trogloditas que copulábamos sin el menor recato, con las consecuencias negativas que ello implicó. Transitamos luego hacia un estado de "civilidad", en el que la norma "sólo con tu pareja" se pretendió instaurar, sin lograrse imponer por su carácter antinatural. El paso que sigue, creo yo, es aceptar que no somos monógamos por naturaleza y que al mismo tiempo la monogamia es muy valiosa; que "la pareja del futuro" es aquella que sube a un plano de amor tal, en el que es capaz de seguir unida, al tiempo que se permite mutuamente el pleno disfrute sexual, sin egoísmo alguno. Difícil, ciertamente, pero creo que tarde o temprano la sociedad caminará en esa dirección.

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