lunes, 20 de septiembre de 2010

La ciencia de la infidelidad femenina consentida

Podrá uno no estar de acuerdo con todo lo que dicen, pero este tipo de artículos son muy interesantes. Por aquí dejo uno que traduje hace tiempo...



La ciencia de la infidelidad femenina consentida
Science of Cuckoldry
Por Susan Gower, terapeuta sexual y consejera en relaciones

Después de estudiar la sexualidad humana por muchos años, he concluido que una relación de infidelidad femenina consentida (en la que la esposa se dedica a la actividad sexual extramarital, mientras su marido se mantiene fiel) es lo más compatible con el desarrollo evolutivo básico del ser humano. Se aparta de la relación de unión tradicional que ha dado origen a tantos malos entendidos y conflictos entre los sexos.

La piedra angular de este principio es el entendimiento de la necesidad sicológica de la mujer por disponer de una variedad de parejas sexuales. Sicológicamente, las mujeres funcionan de manera distinta de los hombres. La mujer tiene una doble motivación sexual. La primera se centra en encontrar una pareja de por vida que le ayude a vivir a ella y a sus hijos. Es la razón (y el momento) por el cual el amor es una parte importante en el deseo sexual de la mujer. La segunda es el deseo de obtener una diversidad del mejor material genético para producir los mejores niños. Este segundo deseo comienza a crecer una vez que la mujer ha encontrado al compañero de su vida, y se hace más fuerte conforme se consolida su relación. Eventualmente, esta posterior y más poderosa motivación se sobrepone al deseo sexual por el compañero de su vida. Ésta es la razón por la cual el deseo sexual de la mujer por su marido decrece a lo largo del tiempo, al mismo tiempo que su deseo sexual por otros hombres se ve incrementado. A menudo, este deseo sexual por otros hombres se hace tan fuerte que ella no puede rechazarlo. Esto no la hace inmoral o significa que ya no quiera a su marido. Es algo que sencillamente forma parte de su código genético.

Diferencias sexuales fisiológicas entre hombre y mujer también respaldan la relación de infidelidad femenina consentida como el ideal para el matrimonio. Es bien sabido que la mujer no alcanza su cúspide sexual hasta que se encuentra en los treintas, mientras que los hombres la alcanzan en los veintes. En un matrimonio típico, la esposa es generalmente más joven que su marido, o de la misma edad. Como consecuencia, el creciente apetito sexual de la mujer, producido por su dirección sexual derivada de su edad biológica, le da a ella mayores necesidades sexuales que su marido. Ella necesita más y más largos encuentros sexuales, y más orgasmos que su esposo. El marido, por otro lado, mayor que ella o de la misma edad, quiere mucho menos sexo que su mujer, a menudo dura sólo unos minutos antes de llegar al orgasmo, luego de lo cual ya no está interesado en el sexo y deja a su mujer insatisfecha y frustrada. Conforme el matrimonio avanza, estas discrepancias en las necesidades sexuales se incrementan dramáticamente, a menudo hasta llegar al punto de ruptura en el que ella se busca amantes secretos fuera del matrimonio.

Aunado a lo anterior, tenemos que la naturaleza no sólo ha dado a la mujer un impulso sexual más fuerte que el de los hombres, sino que además le ha dado la habilidad de experimentar mayor cantidad, intensidad y variedad de placer, así como más orgasmos que al hombre. Es la manera en que la naturaleza mueve a la mujer hacia la búsqueda de actividad sexual, considerando los riesgos en los que incurre al hacerlo. (A pesar de que los anticonceptivos de hoy en gran medida reducen estos riesgos, no hacen nada para reducir los impulsos que llevan a una mujer a necesitar variedad de sexo y parejas sexuales. Por el contrario, esta reducción de riesgos hace más intensa su motivación para la búsqueda de placer).

Como consecuencia, la mujer puede experimentar un amplio rango de intensidad de placer sexual y diversidad en el orgasmo. Además del placer y los orgasmos derivados de la estimulación manual, oral y coital del clítoris de la mujer, los tres de los cuales son sentidos por ellas de manera diferente, una mujer también puede lograr una sensación de placer completamente diferente a partir de la estimulación de su punto G lograda por un hombre bien dotado. Una mujer puede incluso lograr orgasmo por la adecuada estimulación de sus pezones si ha sido conducida a un estado de estimulación intensa de su clítoris. La estimulación de sus pezones y clítoris al mismo tiempo le darán a ella otro intenso orgasmo único. La cúspide de su placer se encuentra en la excitación manual u oral de su clítoris mientras simultáneamente su punto G es estimulado. Es interesante que esto es mejor logrado con el uso de múltiples parejas sexuales, lo cual sugiere la preferencia de la naturaleza por los acoplamientos hombre/mujer/hombre. Finalmente, la cima culminante de la superioridad sexual de la mujer es su capacidad de tener un orgasmo múltiple y el cuerpo pleno de experiencias orgásmicas.

Los hombres, por otro lado, son mucho más simples sexualmente. Se estimula su glande y ellos eyaculan. Además, los hombres pueden lograr casi el mismo nivel de satisfacción al masturbarse que al hacer un acto sexual completo con una mujer. Para las mujeres, la masturbación les dará sólo alivio temporal. Las mujeres necesitan tener relaciones sexuales con una pareja para sentirse plenamente satisfechas, sobre todo sicológicamente.

El macho también tiene un impulso sexual mucho más simple que la mujer. Él sencillamente desea aparearse con cualquier mujer que encuentre deseable. Entre más se le niega el sexo, más fuerte es su deseo y menor su exigencia para encontrar deseable a una mujer. Dado que es la mujer quien decide si le permite o no tener sexo, su deseo sexual por ella se vincula a su deseo por lograr su aprobación. Conforme más se interesa en ella, el deseo por complacerla como una forma de obtener sexo se hace abrumador para él. Ésta es la razón por la cual a menudo ves hombres actuando tontamente frente a mujeres que desean, incluso no teniendo ninguna oportunidad de tener sexo con ellas. Por eso también, una vez casado, un hombre empieza a sentir a su mujer como segura; ahora que él tiene la fácil disponibilidad de su sexo, ella se vuelve menos deseable para él.

Uno podría pensar que éste es un buen argumento para tener un matrimonio abierto, en el que tanto la esposa como el marido puedan disponer de parejas sexuales fuera del matrimonio. Entrevistas con parejas de matrimonios abiertos han mostrado que estos matrimonios casi siempre conducen a una competencia entre los dos esposos en relación con quién está teniendo más sexo con más parejas. Una esposa siempre ganará esta competencia porque es mucho más fácil para una mujer encontrar parejas sexuales. La competencia, sin embargo, puede llegar a ser desagradable, fea y muchas veces cruel. La mujer a veces se verá arrastrada a la competencia tan profundamente, que tendrá relaciones sexuales con mucho más hombres de los que ella quisiera, y su marido tendrá crecientes sentimientos de insuficiencia, ya que no puede "dar batalla" a su esposa. Este tipo de competencia casi siempre destruye un matrimonio.

Aún más, la idea de abrir el matrimonio asume la noción errónea de que los hombres necesitan una variedad de compañeras sexuales. Si bien, todo indica que una mujer casada, tanto fisiológica como psicológicamente, necesita una gran variedad de parejas sexuales, un hombre casado, no. El código genético que conduce al hombre es la emoción de la persecución, no la necesidad de variedad. Estudios clínicos en los que maridos que han visto reducido el deseo e interés por sus esposas y han recurrido a otras mujeres, han cambiado completamente cuando sus esposas empiezan a utilizar en ellos técnicas de excitación y negación. Técnicas de infundir incertidumbre en el esposo en cuanto a si se le permitirá completar un acto sexual con ella o no. Una y otra vez, en un estudio tras otro, los deseos de estos maridos se han centrado de nuevo en sus mujeres exclusivamente, perdiendo todo interés en otras mujeres. Las mujeres en estos estudios fueron incluso capaces de variar el nivel de interés de su marido a través de aumento o disminución de su aplicación de las técnicas de excitación y negación. Además, se constató que cuando estas mismas mujeres volvieron de nuevo a las prácticas sexuales tradicionales con sus maridos, sus maridos empezaron otra vez a perder el interés, y comenzaron nuevamente a mirar a otras mujeres como posibles parejas sexuales.

Curiosamente, fue durante la sexualmente represiva Era Victoriana que se empleó una mezcla inusual de infidelidad femenina consentida y excitación y negación para los hombres. Se creía entonces que muchas enfermedades eran causadas por el exceso de eyaculaciones masculinas. Se pensaba que la pérdida de espermatozoides contribuía a toda una serie de enfermedades, desde asma hasta enfermedades mentales. Como resultado, a menudo se prescribieron dispositivos de la castidad para los hombres. Esta práctica era tan común, que más de doscientas patentes de dispositivos de castidad masculinos fueron solicitadas durante esta época.

Por el contrario, en este mismo tiempo se creía que las mujeres sufrían histeria por la falta de liberación sexual. La terapia del orgasmo fue prescrita como tratamiento y prevención de la histeria femenina. Las mujeres visitaban a su médico o el médico iba a casa de la mujer para manualmente, o en secreto con más íntimos medios, conseguir sus orgasmos. En su mayoría eran mujeres casadas las que pedían esta terapia, a la que acudían a menudo hasta tres veces por semana. Algunas revistas médicas señalan que la demanda fue tan grande, que a menudo los doctores tenían que delegar estas visitas a sus pasantes.

La práctica formal de la satisfacción sexual de la mujer y la negación masculina creció rápidamente. Las mujeres tenían mucho tiempo libre para difundir los beneficios de la terapia orgásmica y la castidad conyugal a través de sociedades de la época. Como no se podía confiar en la auto disciplina de los hombres, éstos solían dar las llaves de sus dispositivos de castidad a sus mujeres. Se desarrolló una especie de sociedad secreta en la que estas mujeres llamaban a sí mismas "llaveros". Estas esposas negarían a sus maridos el sexo, mientras disfrutaban de los servicios de sus médicos y pasantes o, en secreto, sostenían relaciones sexuales con otros hombres. Dentro de estos clubes de mujeres, unas introducían a otras también insatisfechas con sus maridos, recomendándoles castidad para ellos y "tratamiento contra la histeria" para ellas. Doctores que encontraban a una mujer deseable, igualmente prescribían el tratamiento con el fin de tener acceso a ella.

Algunos diarios personales de mujeres de esa época hablan de sus hazañas con los médicos, internos y otros hombres disponibles. La broma del lechero y el cartero que entregaban algo más que correo y leche tienen, de hecho, muy buenas raíces. Es muy interesante que toda una sociedad se haya desarrollado alrededor de esposas teniendo sexo con otros hombres al tiempo que negaban sexo a sus maridos, quienes tenían que permanecer fieles a ellas. No es raro encontrar oraciones en los diarios con frases como "hoy he tenido un día maravilloso. Después de una visita muy satisfactoria, tanto para mí como para el joven Dr. Elbridge, pasé una tarde deliciosamente entretenida llevando la lujuria de mi pobre marido casi al pináculo, durante este tiempo que debe de abstenerse de perder semen. Sus travesuras fueron más divertidas y elevó mi propia lujuria. Como siempre, demostró su devoción a mí consintiéndome al más delicioso estilo francés. (La mía será la más traviesa historia mañana en el té).

Otro diario personal cuenta cómo una esposa tuvo a su marido emocionado haciendo trabajo doméstico, una práctica desconocida en un momento en los que los roles masculinos y femeninos eran tan rígidos, lo que demuestra una vez más cómo la excitación y la negación del sexo puede alterar totalmente el comportamiento de un hombre. Otros diarios hablan del incremento de la atención de sus maridos y de la emoción de andar teniendo relaciones extramatrimoniales a espaldas del marido, mientras que él estaba "encerrado en su jaula".

Si bien el diagnóstico de los daños causados a las mujeres al negarles la satisfacción de sus necesidades sexuales pudieron haber sido falsamente etiquetados como histeria, los médicos de la época victoriana estuvieron sorprendentemente cerca de la verdad. La perspicacia de los médicos victorianos había identificado la necesidad de las mujeres de tener relaciones sexuales con varios hombres.

Como era de esperarse, ya que las estructuras de la sociedad humana originalmente fueron matriarcales, las sociedades que hoy en día viven en estilos más cercanos a los roles originales del hombre y la mujer no sufren los daños del estrés psicológico y fisiológico. Estas sociedades más básicas, lejos del mundo moderno, casi siempre son matriarcales. En estas sociedades es la mujer quien lleva el control de la propiedad, los asuntos familiares y la actividad sexual. Estas mujeres suelen tener varios maridos y amantes. Uno o dos de estos hombres les proporcionan alimentos, refugio y seguridad, mientras que los otros les proporcionan sexo. Los acoplamientos macho/hembra/macho, no sólo son aceptados, sino que son absolutamente normales. En algunas sociedades, ciertos varones exclusivamente dan servicio a una mujer, en otros, las esposas comparten, intercambian e, incluso, comercian con los varones. Los hombres de esas sociedades son felices en su papel subordinado a las mujeres. Si bien hay algunos casos de celos, no hay violencia, delincuencia o perversión sexual. Los hombres se centran en complacer a sus esposas en lugar de impresionar a otras mujeres en el grupo o de competir con otros hombres, excepto en el área de ser proveedores de buen sexo. Las esposas mantendrán esta competencia ligera y divertida. Los hombres enfocados en este tipo de competencia no compiten entre sí por otros medios, produciendo mucho más fuertes relaciones hombre/hombre amistosas y de cooperación.

Una nueva confirmación de la idoneidad de la infidelidad femenina consentida fue descubierta en los resultados de los estudios de los primates. En un estudio, los investigadores encontraron dos factores anatómicos relacionados con la fidelidad de los primates. Uno fue la diferencia del tamaño entre los sexos. El otro fue la proporción del tamaño del pene y la masa corporal.

Se encontró que en las especies de primates donde la mujer es mucho más grande que el macho, la hembra tiene muchas parejas sexuales y ningún vínculo con un macho en particular. Conforme el tamaño de hembra y macho se hace más cercano, la hembra se vincula con un macho. Este macho sigue siendo fiel a la hembra, pero ésta sigue teniendo relaciones sexuales con machos disponibles. Se descubrió que esto no se revirtió hasta que el macho se hizo mucho mayor que la hembra.

El segundo factor que los investigadores descubrieron fue la proporción del tamaño del pene y la masa corporal. En especies donde la diferencia en el tamaño físico entre los sexos fue ligera (como en los humanos), la proporción entre el tamaño del pene y la masa corporal dominó el comportamiento sexual. Entre más pequeño es el pene en relación al cuerpo, más se restringe la actividad sexual del macho a hacerlo sólo con su pareja, en tanto que las hembras mantienen actividad sexual con varios machos disponibles. Dentro de estos grupos, las hembras generalmente se unen a machos con penes pequeños y entran en actividad sexual con machos disponibles mejor dotados. La más común actividad entre estas hembras y sus parejas es acicalarse y comer, dejando que la principal actividad sexual ocurra con otros machos. Ninguna hembra, unida o no a un macho, entra en actividad sexual con machos unidos, que no sean sus propias parejas. La más frecuente actividad sexual de los machos unidos a una hembra fue la masturbación.

Este estudio en particular me intrigó, por la correlación tan estrecha entre los hallazgos y mis propias experiencias. He ayudado a muchas parejas en el inicio y el mantenimiento de relaciones de infidelidad femenina consentida. Entre mis pacientes, los maridos con penes más pequeños no sólo eran más dispuestos a ser "engañados", sino que incluso a veces eran ellos quienes lo sugerían. Estos muy iluminados y menos dotados maridos eran muy conscientes de su incapacidad para satisfacer sexualmente a sus esposas. Mediante la aceptación de que sus mujeres mantengan relaciones sexuales con otros hombres, fueron relevados de la presión de "cumplir en la cama".

Parece lógico que este comportamiento podría estar presente en los seres humanos desde que los humanos son primates, cuya diferencia de tamaño entre los sexos es leve y en donde los penes de los hombres son muy pequeños en comparación con la masa corporal. También es interesante que las mujeres, al igual que otras hembras de los primates, rara vez tienen relaciones sexuales con hombres casados. El anillo de matrimonio de un esposo lo convierte en un dispositivo de castidad bastante eficiente. El anillo de matrimonio de la esposa, por el contrario, a veces incluso alienta a los hombres. Esto ilustra que la propensión humana innata hacia las relaciones de infidelidad femenina consentida es genéticamente muy profunda.

La moral moderna y los roles macho/hembra que nos son impuestos por la sociedad son no sólo una aberración en contra de nuestra genética, sino sicológicamente insalubre y moralmente falto de ética. Es injusto que la mujer se vea obligada a reprimir sus impulsos sexuales de gran alcance, que tan genéticamente arraigada tiene en su psique. La mayoría de las mujeres casadas simplemente no pueden hacerlo. Es incontable hoy en día cómo muchas mujeres tienen relaciones sexuales con otros hombres a espaldas de su marido porque nuestra sociedad no puede aceptar las necesidades naturales de la mujer.

¿En qué momento pasamos de una sociedad matriarcal a una sociedad patriarcal que pervierte los roles sexuales masculinos y femeninos? Hemos invertido tantas ideas de la sexualidad humana que hemos llegado a creer que las mujeres tienen un deseo sexual más bajo que los hombres cuando es todo lo contrario. Pensamos que los hombres deben ser libres para tener sexo desenfrenado, cuando son las mujeres las que deben ser liberadas y los hombres embridados. Hemos creado una sociedad en la que las mujeres luchan por la culpa y la frustración de sus necesidades sexuales naturales, mientras que los hombres están obsesionados con pervertidas desviaciones sexuales y con acceso a una variedad mucho mayor de estímulos sexuales y libertad.

Así como la vida moderna nos impide responder a nuestra necesidad alimenticia y nos hace cambiar alimentos sanos por alimentos procesados, obteniendo todo tipo de dolencias físicas, la negación de nuestra programación sexual natural da lugar a innumerables problemas emocionales y de comportamiento. Sorprendería a la persona promedio saber que muchos divorcios se deben a la insatisfacción sexual de la mujer. En un esfuerzo por proteger al hombre de la humillación, rara vez se menciona en la sociedad políticamente correcta que la razón para el divorcio de una pareja fue que la mujer quiso encontrar la satisfacción sexual fuera del matrimonio. Si pudiéramos ser abiertos y honestos acerca de las necesidades de la mujer, y entender que no es culpa de sus maridos que necesiten satisfacer esas necesidades fuera de su matrimonio, entonces tal vez podríamos comenzar a abrazar la infidelidad femenina consentida como una norma social saludable y salvar muchos más matrimonios.

En mi práctica he rescatado muchos matrimonios introduciendo con cuidado la idea y la práctica de la infidelidad femenina consentida para estrechar parejas. He visto en mis pacientes femeninas que, una vez que empiezan a tener relaciones sexuales fuera del matrimonio con la aceptación de sus maridos y la seguridad de que sus maridos se mantendrán fieles, se vuelven más centradas, tranquilas y confiadas. Del mismo modo, una vez que sus maridos superan sus sentimientos de celos y el temor a la insuficiencia, se vuelven más tranquilos y más maduros, ya no se involucran en conductas infantiles como las noches con los amigos o la obsesión por los deportes. Incluso pierden su interés en la pornografía conforme sus esposas los ponen al tanto de sus hazañas extramaritales, se hace mucho más excitante para ellos eso, que la excitación artificial de la pornografía.

Cuando mis clientes femeninos añaden el principio de incertidumbre de la excitación y la negación de su matrimonio con infidelidad femenina consentida, pueden llevar de regreso a su marido a los días en que fueron novios. Los maridos se centran más en sus esposas, y ya no sufren los sentimientos de frustración causados por un deseo de la mujer inalcanzable.

Los matrimonios de infidelidad femenina consentida pueden involucrar una gran variedad de preferencias. En lo personal he visto matrimonios de este tipo que van desde aquellos en los que ella somete al marido al castigo y a la humillación, hasta aquellas en las que ellas tienen sexo con otros hombres delante del marido, como una forma de entretenerse. La mayoría de las parejas en mi práctica, sin embargo, tienen matrimonios muy cariñosos, con la excitación lúdica y la negación, que parecen convencionales en cada detalle, excepto cuando la esposa tiene una cita mientras el marido permanece fiel a ella.

Es lamentable que las relaciones de infidelidad femenina consentida de la época victoriana no hayan evolucionado hacia una forma de vida abierta aceptada por la sociedad moderna. Tengo la esperanza de que algún día así sea.

4 comentarios:

  1. Me parece un poco orientado y con serias intenciones de convencer que solo la mujer puede liberarse, en lo personal me pasa todo lo.contrario, puedo exitarme mas y eyacular mas cuando termino con una mujer y al tato se que estaré con otra, no comparto el hecho de que el hombrea sea fiel mientras ella se da un festin, una visión muy cesgada y orientada a hacer cornudo al hombre

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  2. Me parece un poco orientado y con serias intenciones de convencer que solo la mujer puede liberarse, en lo personal me pasa todo lo.contrario, puedo exitarme mas y eyacular mas cuando termino con una mujer y al tato se que estaré con otra, no comparto el hecho de que el hombrea sea fiel mientras ella se da un festin, una visión muy cesgada y orientada a hacer cornudo al hombre

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  3. Coincido contigo, Miguel. La cosa es que la sexualidad es multicolor y, en este contexto, hay personas que disfutan tanto del gozo de su pareja, que lo ponen por encima del propio. Personalmente me resultan más sanas las relaciones con equilibrio, donde ambas partes sean sexualmente libres.

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    1. Sin dudas no hay que negar la necesidad de la mujer ni tampoco su capacidad sexual de poder atender varios hombres, comparto el hecho de utilizar esto como un potente afrodisíaco donde el hombre al ver que su mujer goza de otros machos desee poseerla más, asimismo ese deseo se extiende a otras mujeres que por lo general son amigas de ellas o bien hermana.

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Cuckold Survey 2018 - Preliminary Results

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