
El problema es que sujetar nuestro comportamiento tan solo a lo que la naturaleza dicte puede tener sus desventajas. De ahí el surgimiento de factores culturales tales como las normas sociales y morales que dan lugar, entre otras muchas cosas, al concepto de monogamia (norma social que, como tal, no rige en todas las sociedades).
Así pues, el comportamiento sexual del ser humano es producto de al menos dos fuerzas que parecen actuar en dirección opuesta: naturaleza y norma social. La una nos lleva al disfrute, la otra al "orden". Pese a que parece un contrasentido la existencia de ambas fuerzas, en realidad son tan complementarias y necesarias como el acelerador y el freno de un auto. En su libertad, cada individuo decide qué tanto pisar un pedal y otro, lo que lo conduce a diferentes destinos y, quizá, grados de felicidad.
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