Keratafilia
En este blog trataré de incluir o referir todo tipo de cosas relacionadas con keratafilia (afición por la infidelidad, los cuernos, pues): textos de análisis, fotos, relatos, dibujos, reseñas, vínculos, reflexiones, historietas, películas, vídeos, chistes, anécdotas... en fin, cosas que hayan pasado por mis ojos o brincado en mi mente, exigiéndome a gritos venir a formar parte de este recinto de "pecado" y libertad.
martes, 29 de mayo de 2018
Cuckold Survey 2018 - Preliminary Results
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Encuesta Cuckold 2018 - Resultados Preliminares
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lunes, 16 de abril de 2018
Algo sobre la Encuesta Cuckold 2018
Algo sobre la Encuesta Cuckold 2018
Tras diez días de haber inciado esta aventura, puedo decir que estoy muy gratamente sorprendido por la respuesta y el apoyo a esta iniciativa 100% amateur. Al ser este un blog aficionado, que desgraciadamente por razones de trabajo atiendo solo de vez en cuando, resulta natural que tenga muy pocos seguidores (a quienes por cierto agradezco su apoyo), cosa que no me había preocupado, porque la intención del blog es básicamente servir como canal de expresión.
Sin embargo, el bajo "rating" sí es un problema cuando quieres investigar un tema que requiere la participación de mucha gente. Es por ello que haber llegado al momento a más de cien respuestas en la encuesta me ha sorprendido muy gratamente. Tenía idea de que los aficionados al cuckolding, deslumbrados por las delicias de su parte práctica, éramos poco atraidos por su parte teórica. Pero queda claro que no es así en muchos aficionados al tema, de manera que muchas gracias a quienes han apoyado el proyecto participando en la encuesta y mencionándola en redes sociales.
Pero, ¿cómo una encuesta puede ayudar a la gente que le gusta el tema cuckold? He leído o escuchado cada cosa sobre el tema: que si el tema cuckold es cosa de "raros", que si ser cornudo implica ser gay de clóset, que si los cornudos consentidores en realidad no aman a su mujer. En fin, cientos de mitos que tienen que ser eliminados. Al mismo tiempo, hay muchas preguntas razonables, ¿el estilo de vida cuckold es propio de gente de izquierdas?, ¿el grado académico influye en el gusto cuckold?, ¿qué les gusta a los cornudos?, ¿qué tan buena es la inteligencia erótica del cornudo?
Evidentemente, dar respuesta a estas interrogantes hace que entendamos mejor este mundo, y al entenderlo será más fácil e intenso su disfrute (conocimiento es placer, ¿quién puede dudarlo?). Y las encuestas son una forma de encontrar estas respuestas. Necesario es aclarar que esta encuesta no tiene validez científica, dado que no se hizo un muestreo aleatorio, pero sin duda, en combinación con otros estudios y un buen análisis (he puesto preguntas de validación), puede derivar resultados muy próximos a la realidad.
He recibido reatroalimentación muy buena para la siguiente encuesta. Estudiar, por ejemplo, solo a la parte cornuda y con pareja en este caso, fue un error, ya que el mundo cuckold implica muchos otros roles. Igualmente, quedan muchas preguntas que esta encuesta no nos podrá responder.
En fin, que material de estudio hay muchísimo y ya tendremos oportunidad de indagar en futuras encuestas. Por lo pronto, gracias reiteradas a quienes han ayudado en este proyecto contestando la encuesta, dándole difusión y retroalimentándome. Ya compartiré con la comunidad cuckold los resultados y el análisis por los mismos medios.
Reproduzco los vínculos, para quienes aún no hayan llenado la encuesta y deseen participar:
Versión en Español: https://goo.gl/forms/wuhvNufLCZ0XG4B53 (a ser llenada por personas cuya lengua nativa es el español - to be filled by people whose native language is Spanish)).
English version: https://goo.gl/forms/H9lLD8F2mfCuNRmc2 (a ser llenada por personas cuya lengua nativa no es el español - to be filled by people whose native language is not Spanish).
miércoles, 4 de abril de 2018
Encuesta Cuckold 2018
Encuesta Cuckold 2018
Para quienes estén interesados en aprender más sobre el mundo de los cuernos consentidos, les invito a participar en la Encuesta Cuckold 2018. Su propósito es indagar datos relevantes sobre este fabuloso fenómeno y analizarlos, a fin de derivar información útil e interesante relacionada con el mundo cuckold.
Me queda claro que no es un mecanismo 100% científico, ya quisiera yo, pero al mismo tiempo creo que puede derivar información de provecho. Si tienes pareja, inclinación cornuda y deseo de concoer más sobre el tema, por favor participa haciendo clic en el siguiente enlace (de Google Forms) y respondiendo la encuesta que te aparecerá. Son cinco minutos de tu tiempo respondiendo la encuesta, a cambio de contribuir con la investigación de este fascinante mundo.
Spanish version: https://goo.gl/forms/wuhvNufLCZ0XG4B53 (a ser llenada por personas cuya lengua materna es el español - to be filled by people whose native language is Spanish)).
English version: https://goo.gl/forms/H9lLD8F2mfCuNRmc2 (a ser llenada por personas cuya lengua materna no es el español - to be filled by people whose native language is not Spanish).
Tentativamente, la encuesta estará abierta por un par de meses, trancurridos estos, daré a conocer los resultados aquí y al mismo tiempo a los blogs y sitios que le hayan dado difusión a este proyecto, a manera de agradecimiento. La única intención de esta encuesta 100% amateur es ampliar la base de conocimiento que sobre el tema cornudo tenemos, ya que los científicos casi no se ocupan de estudiar este tema.
Cualquier sugerencia de mejora para futuras ediciones de la encuesta, con gusto las atenderé en los comentarios de esta entrada. También pongo a sus órdenes la cuenta de correo keratafilia@gmail.com.
De antemano, ¡gracias por participar!
martes, 3 de abril de 2018
Cómo lograr que mi mujer se acueste con otro
"Cómo lograr que mi mujer se acueste con otro" es una de las preguntas más planteadas a Google.
Sabemos que uno de cada dos hombres gustan de las fantasías cornudas (esas en las que imaginan a su pareja teniendo sexo con otros hombres), mientras que dos de cada tres de ellos desean llevar esta fantasía a la realidad. Hablamos de un número muy grande de hombres a quienes les gustaría que sus parejas les pusieran los cuernos. Al mismo tiempo, nueve de cada diez personas (hombres y mujeres) aceptan que serían infieles si ello no tuviera ninguna consecuencia negativa para su relación ni su persona.
Entonces, ¿por qué es tan difícil lograr convencer a nuestra chica de que nos ponga un buen par de cuernos? La respuesta es simple: los riesgos de las consecuencias negativas. De manera que a medida que logremos reducir estos riesgos, estaremos más cerca de lograr la "meta".
Empecemos por identificar estos riesgos:
¿Y si hay algún otro riesgo que el escritor de esta artículo está dejando de lado?
Bueno, con tantos riesgos, es de entender que haya tanta resistencia, pero los retos son para enfrentarse. Así que, ¿cómo eliminar estos riesgos? Si tuviera que resumirlo en dos palabras sería: "inteligencia erótica".
La inteligencia erótica es la capacidad de desarrollar una vida sexual plena, sana y satisfactoria. Se basa en tres pilares: conocieminto de sexualidad y erotismo, autoconocimiento y conocimiento de la pareja. Estos pilares pueden apuntalares con aprendizaje y comunicación. Leer artículos y libros sobre sexualidad, ver videos, escuchar audios; la red está llena de materiales de este tipo. Este aprendizaje debe ser realizado por ambos, no sirve de mucho que una parte de la pareja se esmere y la otra se encierre en su ignorancia. Paralelamente al aprendizaje, se debe compenetrar la pareja, compartiendo sus aprendizajes y sus puntos de vista. Una mente abierta y bien amueblada ayuda mucho. No es de extrañar que haya una fuerte correlación entre nivel de satisfacción sexual y nivel académico de las personas.
El proceso de lograr una buena inteligencia erótica no es automático, toma su tiempo, que puede ir de meses a años. Pero al final, una pareja con buena intelgencia erótica tiene respuestas simples para las preguntas planteadas:
Sabemos que uno de cada dos hombres gustan de las fantasías cornudas (esas en las que imaginan a su pareja teniendo sexo con otros hombres), mientras que dos de cada tres de ellos desean llevar esta fantasía a la realidad. Hablamos de un número muy grande de hombres a quienes les gustaría que sus parejas les pusieran los cuernos. Al mismo tiempo, nueve de cada diez personas (hombres y mujeres) aceptan que serían infieles si ello no tuviera ninguna consecuencia negativa para su relación ni su persona.
Entonces, ¿por qué es tan difícil lograr convencer a nuestra chica de que nos ponga un buen par de cuernos? La respuesta es simple: los riesgos de las consecuencias negativas. De manera que a medida que logremos reducir estos riesgos, estaremos más cerca de lograr la "meta".
Empecemos por identificar estos riesgos:
- Emocionales. ¿Y si la chica se enamora del "corneador" y se va con él? ¿Y si la chica pierde admiración por su pareja por ser un "cornudo"? ¿Y si el cornudo pierde admiración por la chica por ser una "puta"?
- De salud. ¿Y si el corneador viene con algo más que una polla grande?
- De embarazo. ¿Y si la chica sale embarazada del corneador?
- Sociales. ¿Y si alguien se entera y la reputación de la pareja y las personas se viene a pique?
¿Y si hay algún otro riesgo que el escritor de esta artículo está dejando de lado?
Bueno, con tantos riesgos, es de entender que haya tanta resistencia, pero los retos son para enfrentarse. Así que, ¿cómo eliminar estos riesgos? Si tuviera que resumirlo en dos palabras sería: "inteligencia erótica".
La inteligencia erótica es la capacidad de desarrollar una vida sexual plena, sana y satisfactoria. Se basa en tres pilares: conocieminto de sexualidad y erotismo, autoconocimiento y conocimiento de la pareja. Estos pilares pueden apuntalares con aprendizaje y comunicación. Leer artículos y libros sobre sexualidad, ver videos, escuchar audios; la red está llena de materiales de este tipo. Este aprendizaje debe ser realizado por ambos, no sirve de mucho que una parte de la pareja se esmere y la otra se encierre en su ignorancia. Paralelamente al aprendizaje, se debe compenetrar la pareja, compartiendo sus aprendizajes y sus puntos de vista. Una mente abierta y bien amueblada ayuda mucho. No es de extrañar que haya una fuerte correlación entre nivel de satisfacción sexual y nivel académico de las personas.
El proceso de lograr una buena inteligencia erótica no es automático, toma su tiempo, que puede ir de meses a años. Pero al final, una pareja con buena intelgencia erótica tiene respuestas simples para las preguntas planteadas:
- ¿Y si la chica se enamora del "corneador" y se va con él? Esto difícilmente pasaría si la relación de pareja es sólida. Definitivamente el estilo de vida de cuernos no es para parejas frágiles, si quieres conservar tu relación al tiempo que tu mujer te ponga el cuerno o que tu marido te permita ponerle el cuerno, definitivamente antes debes fortalecer tu relación de pareja en todos sus ámbitos.
- ¿Y si la chica pierde admiración por su pareja por ser un "cornudo"? Una mujer educada en el erotismo entiende la característica cornuda de su marido como un valor positivo. El cornudo es alguien que ama tanto a su pareja, que disfruta de su placer, ¿dónde está el motivo de vergüenza o degradación?
- ¿Y si el cornudo pierde admiración por la chica por ser una "puta"? Un hombre eróticamente preparado sabe que, lejos de ser una "puta" (en el mal sentido de la palabra), una mujer eróticamente libre es una persona fascinante, digna de la mayor admiración y respeto.
- ¿Y si el corneador viene con algo más que una polla grande? El sexo es para disfrutarse, no para sufrirse. Por tal razón, toda medida para eliminar el riesgo de contagios de ETS debe ser aplicada. Desde sexo con protección, hasta análisis clínicos.
- ¿Y si la chica sale embarazada del corneador? Lo mismo que el punto anterior. Hoy en día hay tantos recursos de anticoncepción, que para una pareja educada sexualmente es prácticamente imposible un embarzo no deseado.
- ¿Y si alguien se entera y la reputación de la pareja y las personas se viene a pique? Hay entornos más complicados que otros. Hay gente a la que no le afecta nada si alguien se entera de su estilo de vida, pero para casos en los que la reputación es muy importante, la palabra clave es discreción. Por ejemplo, si viven en una comunidad de mente cerrada y consideran riesgosa la práctica del estilo de vida de cuernos, pueden simplemente pasar vacaciones en lugares más propicios y discretos. La imaginación es el límite.
jueves, 22 de marzo de 2018
Esther Perel: Repensando la infidelidad
Repensando la infidelidad... una charla para quien haya amado alguna vez
Calquier blog dedicado a la infidelidad está incompleto si le falta una referencia a las charlas de Esther Perel sobre el tema. Esta terapeuta de pareja belga, reconocida por la excelente difusión de conceptos relacionados con la inteligencia erótica, ha puesto el dedo en la llaga cuando ha hablado de infidelidad.
Algunas de las joyas de esta charla, que pueden escuchar en https://www.youtube.com/watch?v=P2AUat93a8Q:
- "La infidelidad es un simple acto de transgresión que puede arrebatarle a una pareja su relación, su felicidad y la propia identidad".
- "El adulterio ha existido desde que se inventó el matrimonio, así como también, el tabú en su contra... se trata del único mandamiento que se repite dos veces en la Biblia: una vez por hacerlo, y otra tan solo por pensarlo".
- "La monogamia solía ser 'estar con una persona de por vida'... hoy, la monogamia es 'una persona a la vez'".
- "...la definición de la infidelidad sigue en expansión: sexting, ver porno, participar en secreto y activamente en aplicaciones de citas. No hay una definición universalmente acordada".
- "El 95 % de nosotros dirá que está terriblemente mal que nuestra pareja mienta sobre tener una aventura, pero casi la misma cantidad de nosotros dirá que exactamente eso haría en caso de tener una aventura".
- "Nunca como hoy ha sido más fácil engañar, y nunca ha sido más difícil guardarlo en secreto".
- "Cuando el matrimonio era una empresa económica, la infidelidad amenazaba nuestra seguridad económica. Pero ahora que el matrimonio es un acuerdo romántico, la infidelidad amenaza nuestra seguridad emocional".
- "Tenemos un ideal romántico en el que nos volcamos a una persona para satisfacer una lista interminable de necesidades: ser mi mejor amante, mi mejor amigo, el mejor padre, mi confidente, mi compañero emocional, mi par intelectual. Y yo: la elegida, la única, indispensable, irreemplazable, la elegida, y la infidelidad me dice que no".
- "Debido a este ideal romántico, confiamos en la fidelidad de nuestra pareja con un fervor único. Pero nunca fuimos tan propensos a descarriarnos, y no porque hoy tengamos nuevos deseos, sino porque vivimos en una era en la que sentimos que tenemos derecho a cumplir nuestros deseos, porque en esta cultura merecemos ser felices. Y si solíamos divorciarnos porque éramos infelices, hoy nos divorciamos porque podríamos ser más felices".
- "El supuesto típico es que si alguien engaña, hay algo mal en la relación o uno tiene algo mal. Pero millones de personas no pueden todas tener patologías".
- "La lógica dice así: si uno tiene en casa todo lo que necesita, no tiene por qué buscarlo en otro sitio. Pero, ¿y si la pasión tiene una vida útil finita? ¿Y si hay cosas que incluso una buena relación nunca puede ofrecer? Si incluso las personas felices engañan, ¿de qué se trata?".
- Mis pacientes "a menudo son personas profundamente monógamas en sus creencias, pero se encuentran en conflicto entre sus valores y su comportamiento. A menudo son personas que han sido fieles desde hace décadas, pero un día cruzan la línea que nunca pensaron cruzar, a riesgo de perderlo todo".
- "Las aventuras son un acto de traición, pero también una expresión de añoranza y pérdida. En el meollo de una aventura, siempre encontrarán un anhelo y un deseo vivo de conexión emocional, de novedad, de libertad, de autonomía, de intensidad sexual, un deseo de recuperar partes perdidas de nosotros mismos o un intento por recuperar vitalidad de cara a la pérdida y la tragedia".
- "...cuando buscamos la mirada del otro, no siempre nos alejamos de nuestra pareja, sino de la persona en la que nos hemos convertido. Y no es tanto que estemos en busca de otra persona, sino en busca de otro yo. En todo el mundo, hay una cosa que la gente que tiene aventuras siempre me dice: "se sienten llenos de vida".
- "La muerte y la mortalidad a menudo viven a la sombra de una aventura, porque plantean estas preguntas. ¿Es todo? ¿Hay algo más? ¿Voy por otros 25 años así? ¿Nunca volveré a sentir eso otra vez?... Tal vez estas preguntas son las que impulsan a la gente a cruzar la línea, y que algunas aventuras son un intento por contrarrestar la falta de vida, un antídoto contra la muerte".
- "...las aventuras tienen que ver menos con el sexo y más con el deseo: deseo de atención, deseo de sentirse especial, deseo de sentirse importante. Y la propia estructura de una aventura, el hecho de nunca poder tener al amante, aviva el deseo".
- "Algunos probablemente piensan que las aventuras no ocurren en las relaciones abiertas, pero sí ocurren... el hecho es que parece que incluso cuando tenemos la libertad de tener otras parejas sexuales, todavía nos atrae el poder de lo prohibido; que si hacemos lo que no se supone que debemos hacer, sentimos como si hiciéramos realmente lo que deseamos".
- "Le he dicho a una buena cantidad de mis pacientes que si pudieran llevar a sus relaciones una décima parte de la audacia, la imaginación y el brío que ponen en sus aventuras, probablemente nunca tendrían que verme".
- "He notado que muchas parejas inmediatamente después de una aventura, gracias a este desorden que en realidad puede dar lugar a un nuevo orden, tendrán conversaciones profundas con honestidad y apertura como no tuvieron en décadas. Y parejas sexualmente indiferentes de repente sienten una lujuria tan voraz, que no saben de dónde viene".
- "Una buena parte de quienes tienen aventuras pueden sentirse terriblemente culpables por herir a su pareja, sin embargo, no culpables por la experiencia de la aventura en sí".
- "La traición en una relación viene en muchas formas. Hay muchas maneras de traicionar a nuestra pareja: con desprecio, con negligencia, con indiferencia, con violencia. La traición sexual es solo una manera de hacer daño a una pareja. La víctima de una aventura no siempre es la víctima del matrimonio".
- "No estoy a favor de las aventuras, pero como creo que algo bueno puede salir de una aventura. No recomendaría tener una aventura como tampoco recomendaría tener cáncer y, sin embargo, sabemos que la gente que ha estado enferma a menudo habla de cómo la enfermedad les ha dado una nueva perspectiva. Veo las aventuras desde una doble perspectiva: daño y traición por un lado, crecimiento y autodescubrimiento por el otro...".
- "Les digo a las parejas que vienen a mí tras un episodio de infidelidad: hoy en Occidente, la mayoría de nosotros tendremos dos o tres relaciones, o matrimonios, y algunos de nosotros los tendremos con la misma persona. Su primer matrimonio terminó. ¿Desearían crear un segundo matrimonio juntos?"
miércoles, 21 de marzo de 2018
Una historia de cuernos 4
Por años había alimentado en mi mente la
fantasía de saber a mi mujer enredada sexualmente con otro, y finalmente mi sueño
se había hecho realidad. El suertudo fue un expretendiente de ella a quien la
muy zorra invitó, a sugerencia mía, para hacer realidad mi fantasía.
El fin de semana del reencuentro entre ellos fue
un parteaguas en nuestra relación de pareja. Si bien, puedo decir que no me
arrepiento de lo sucedido, debo también reconocer que a partir de aquella fecha
ocurrieron algunos cambios que bien pueden compararse con las espinas de una
rosa. A partir de aquella fecha Mónica fue menos complaciente para conmigo en
la cama, por ejemplo.
Desde los primeros días a partir de que me
puso los cuernos, pretextaba cualquier cosa para eludir el sexo. Que le dolía
la cabeza, que estaba cansada, que tenía sueño. A veces simplemente sacaba del
clóset el vibrador que me había regalado y me lo entregaba, dándome a entender
que si quería placer me lo diera yo mismo.
Intrigado por su actitud y tomando ventaja de
que sabía cómo acceder a sus conversaciones por Messenger, pude constatar que
su relación con Juan Pablo no sólo continuó después de su encuentro, sino que
se hizo más intensa. Solían tener sexo virtual, lo que explicaba en parte su
inapetencia para conmigo por las noches. Cuando ella le platicaba acerca de su
frialdad para conmigo porque “no me le antojaba nada”, él le festejaba la
actitud, diciéndole que era lo más normal porque ahora tenía a un “hombre de
verdad”, a lo que ella asentía. Fue también por el espionaje de Messenger que
pude comprobar que la idea del vibrador había sido de él… “cuando esté jarioso
dale el dildo para que se lo meta”, le decía.
Pero la ausencia de sexo no era lo único que
había cambiado en nuestra relación. La manera en que ahora se dirigía a mí y
las cosas que decía de mí a su amante por el Messenger, me hicieron comprender que
si acaso alguna vez ella había tenido algo de respeto y admiración por mí,
ahora muy poco de eso quedaba.
Esta nueva realidad en nuestra relación habría
sido fatal de no ser porque… ¡me gustó! ¿Puede alguien sentir cierto placer al
saberse maltratado por su pareja? Si me hubieran hecho esa pregunta
anteriormente, seguramente habría respondido con un “no” contundente, pero
desde que lo empecé a vivir comprendí este tipo de relaciones. No es que no se
sufra siendo maltratado por la pareja, sino que de alguna manera el sufrimiento
se disfruta. Es extraño, lo sé.
Cuatro semanas después del primer fin de
semana que pasó con su amigo, Mónica me avisó que de nuevo vendría él a la
ciudad. Esta vez no hubo un “¿me das permiso?”, simplemente un viernes, durante
el desayuno, me dijo “hoy viene Juan Pablo, voy a llegar algo tarde”. En vez de
reclamarle o por lo menos pedirle explicaciones, sólo atine a decirle “okey, mi
cielo”, mientras por dentro la conocida sensación de celos mezclados con morbo
me inundaba.
A diferencia del primer fin de semana que
pasaron juntos, en el que ella llegó a casa durante la madrugada del sábado,
esta vez ella me mandó la noche del viernes un mensaje por celular diciéndome
que no me preocupara, que regresaría hasta el domingo. Fueron días muy largos
que me tuvieron sumido en la excitación y la depresión. “Mi mujer cogiendo
descaradamente con otro”, ¡qué rico! “¿Pero me está dejando?”… gulp. Como en
aquel primer fin de semana, acudí a las conversaciones de Messenger que habían
sostenido en días pasados. Entre ellos todo era lujuria y miel. Cuando él
hablaba de mí se refería al “cornudo”, al “marica”. Ella le reía sus burlas
pueriles. Fue por estas conversaciones que me enteré, entre otras cosas, de que
su plan desde un principio era pasar todo el fin de semana juntos. Y así fue, no
vi a mi mujer sino hasta el domingo a mediodía.
- ¡Ya llegué! – me dijo al llegar, como si
viniera de la tienda de la esquina. Lucía radiante y feliz, con un atuendo de
piruja de lo más sexy. Me paré para darle la bienvenida con un beso y ella me
abrazó lujuriosamente entregada con el beso francés más efusivo que yo
recuerde.
- ¿A qué te supo mi boca? – me dijo
pícaramente al oído una vez que dejamos de besarnos - ¿quieres lamerme el
conejito? – remató mientras levantaba su minifalda de prostituta para quitarse
las bragas.
Era obvio, o al menos así me pareció, que me
estaba insinuando que estaba impregnada de macho y, sin saber si para
humillarme o para compartirme su morbo, me invitaba a lamerla. No lo dudé un
instante, y al momento siguiente me encontraba hincado a sus pies lamiendo su irritado
chocho. Ella me sujetaba de la cabeza y frotaba su sexo contra mi boca. Días
después supe, por medio del espionaje del Messenger, que este ritual le había
sido encargado por el tal Juan Pablo, “¿hiciste al llegar lo que te dije?” le
preguntaba él; “claro, burrito, debiste ver cómo me lamía el conejito jiji”, le
contestaba ella. De puto y maricón no me bajó él.
Pasadas las semanas, al recibir los estados de
cuenta de las tarjetas de crédito, pude comprobar que tanto la cuenta del hotel
como las de los restoranes de aquel fin de semana, fueron cargadas a mis
tarjetas. Eso era cinismo, el wey se follaba a mi esposa en un hotel y, no
contento con eso, hacía que ella pagara las cuentas. No resistí y le comenté el
detalle a Mónica. Ella sólo rió diciéndome que no fuera mezquino, que
finalmente yo había provocado todo… y tenía razón.
Para colmo, la aventura de mi zorra no sólo
afectó mi cartera, sino también mi entorno social, ya que recibí una nota en
papel y dos correos electrónicos de personas anónimas que decían conocerme,
advirtiéndome que habían visto a mi mujer en un hotel con otra persona. Bueno,
¿qué esperaba? No quise poner al tanto de esto a Mónica, para no preocuparla,
pero ella misma, días después, me confesó haber visto un par de conocidos
aquella vez.
Durante los siguientes meses se las arreglaron
para verse al menos un fin de semana por mes. Un par de veces ella fue a
visitarle a su ciudad, pero para reducir el “qué dirán”, terminaron citándose en
una ciudad “neutral”. En alguna ocasión que se atravesó un puente, viajaron
hasta Cancún, lo que luego dieron en llamar su “luna de miel”.
Otra vez se reunieron en mi propia casa,
aprovechando que yo había salido ese fin de semana por razones de trabajo. Y lo
más curioso es que no me enteré por voz de ella, sino que él se encargó de
dejar diversas huellas, como unos zapatos de hombre en el baño y unas manchas
sobre el edredón de mi cama, que ella no vio o no se interesó en ocultar.
- ¿Y esto? – le pregunté señalando los
zapatos.
- Ah, son de Juan Pablo, los olvidó.
- ¿Cómo que “los olvidó”?
- ¿Qué parte de “los olvidó” no entiendes?
- Pues todo ¿cómo de que “los olvidó”?, ¿acaso
estuvo aquí?
- ¿No es obvio?
- ¿Cuándo?
- ¿Cómo “cuándo”? Estuviste fuera una semana y
vas regresando, queda claro que estuvo aquí mientras tú no estabas. ¿Por qué
tanta pregunta?
- Pues porque si alguien viene a mi casa
cuando yo no estoy, lo menos que espero es enterarme ¿no?
- ¿Qué es lo que quieres oír? ¿Que pasó el fin
de semana aquí y me folló como tú nunca podrás hacerlo?
Enmudecí con esa respuesta. A pesar de que ya
eran meses los que llevaba poniéndome el cuerno, nunca había abordado el tema
con tanta crudeza. Al ver mi reacción cambió su actitud, como si se hubiera
dado cuenta de que había sido demasiado ruda.
- Ven, chiquito, siéntate aquí – me dijo
condescendientemente mientras se sentaba en la cama y con su mano me indicaba
el sitio al lado suyo. Obedecí.
- ¿Sabes? No me arrepiento de haberme casado
contigo – me dijo, mientras acariciaba mi cabeza como una madre acaricia la de
su hijo - Juan Pablo es un hombre maravilloso, que me ha hecho volver a sentirme
mujer, como hacía tanto tiempo no me había sentido. Sin embargo, jamás lo
cambiaría por ti. Quitando la parte sexual, tú lo eres todo para mí. Eres el
amor de mi vida y si tú me lo permites estaré contigo para siempre. No
obstante, debemos ser realistas. Tú mismo me señalaste la puerta a un mundo que
no imaginaba. Tú mismo me invitaste a entrar, entré y no quiero salir de él,
necesito ese mundo. Si me sigues aceptando en tu vida, permaneceré a tu lado,
es lo que yo deseo, pero no me pidas por favor que vuelva a ser la mujer
asexual que por varios años tuve que ser a tu lado, porque no podría. Tú eres
dulce, tierno, comprensivo, detallista, interesado en mi bienestar… adoro eso
de ti, pero nadie es bueno en todo y debemos reconocer que la parte sexual no
es tu fuerte. Cuando lo hago contigo es como si lo hiciera con una mujer… y no
soy lesbiana. No siento nada. Yo necesito un hombre de verdad. No es que no
seas hombre, me refiero al plano sexual. Si permites que siga viendo a Juan
Pablo seré la mujer más feliz del mundo porque lo tendré a él en lo sexual, y a
ti en todo lo demás. No podría pedir más. Si crees no poder con esto tendríamos
que ir pensando en una solución, pero no puedo dar marcha atrás. ¿Me
comprendes?
Quedé petrificado. Jamás antes mi mujer me
había hablado con tanta claridad. No supe qué decir.
- Anda, quita esa cara de niño regañado, ¿no
te gusta consentirme? ¿No te complace saberme complacida? – me dijo después de
un par de minutos en los que el silencio gobernó la habitación.
Asentí a sus preguntas con un movimiento de
cabeza.
- Pues ya está, chiquitín. Cero celos de hoy
en adelante y todos felices ¿vale? – respondió, para luego darme sendos besos
en mi cornuda frene.
Si la vida sexual entre nosotros se había
enfriado desde la reaparición de Juan Pablo en la vida de Mónica, las semanas
siguientes, a raíz de esta plática, fueron aún peores. La verdad es que después
de su confesión en el sentido de que yo ya no la estimulaba en el plano sexual,
mis propias ganas se vinieron abajo y convivimos por ese tiempo como lo hacen
dos hermanos. Yo consolándome con eventuales pajas imaginando sus
infidelidades, y ella “reservándose para su burrito”, como ella misma decía,
argumentando que cuando lo hacía con él después de varias semanas de no
hacerlo, podía pasar horas y horas follando.
- Voy a verme este finde con Juan Pablo,
chiquito – me dijo al cabo de unas tres o cuatro semanas de la charla donde se
sinceró.
- Ah, okey
– atiné a decirle.
- La pasó muy bien cuando vino a la casa y
quiere volver a pasarla aquí.
- Pero no tengo contemplado salir esta vez,
cariño.
- A él no le importa eso. De hecho, tiene la
fantasía de que estés presente y asumas un rol de servidumbre.
- ¿Un rol de servidumbre?
- Sí, que te vistas de mayordomo… o de
sirvienta jiji… y nos atiendas en lo que pidamos ¿no sería genial?
- ¿Genial? No lo creo. Como que ya ha ido
demasiado lejos Juan Pablo con este asunto. Primero se adueña de ti… ¿y ahora
se quiere adueñar de mi casa y hacerme su mayordomo? ¡Está mal de la cabeza! –
le dije fingiendo indignación. Por dentro sentí desfallecer de la excitación
que me provocaba la idea de ser incluido en sus depravados juegos. Era claro
que Juan Pablo se había documentado esta vez con el tema de humillación que
tanto nos seduce a muchos cornudos.
- ¡El exagerado y unos cuates!, jiji. Ya
hablamos de eso, cariño. Yo sigo siendo tan tuya como siempre… y tu casa
también jiji. Sólo estamos hablando de un juego. En verdad me hace mucha
ilusión complacerlo en esta fantasía. ¿No lo harías por mí? – me dijo con esa
carita de cachorra triste con la que sabe que nunca le niego nada.
- ¿Hacer qué? – fingí de nuevo.
- Esto de vestirte como sirvienta y
atendernos.
- ¿No dijiste que como mayordomo?
- Si quieres como mayordomo, pero el burrito
jura que será más divertido para todos si te vistes de chacha jiji. ¡Anda! No
te hagas del rogar, que los dos sabemos que dentro de ti hay una nena – me
dijo, mientras llevaba su mano a mi trasero, como insinuando homosexualidad por
el hecho de que disfruto de la estimulación anal. De nuevo aflorando su
ignorancia en materia sexual, pero bueno, no le podía pedir peras al olmo, el
juego me atraía mucho y acepté simulando hacerlo a regañadientes, aunque resultó
muy obvio mi estado de excitación.
Unos días después de esta plática espié las
conversaciones por Messenger, constatando cómo mi mujer y su amante se burlaban
del hecho de que yo hubiera aceptado tan fácilmente la propuesta. “Le dije que
llevaba dentro una nena y no lo negó”, decía ella. “Además de maricón, fácil”, decía
él.
Llegado el día del encuentro, un viernes, me
pidió que no fuera al trabajo para según ella “arreglarme”. Decía que tenía que
verme lo más femenino posible, así que se tomó la mañana para arreglarnos a los
dos. Me depiló por completo y me maquilló. Hizo que me vistiera con baby doll,
un mandil muy mono y una cofia que había comprado días atrás. También me dio
unos zapatos de tacón de ella, obviamente me quedaban chicos, pero no le
importó. Me instruyó también ser muy obediente con el “señor de la casa”.
Por ahí de las seis de la tarde sonó el
teléfono. Era él para avisar que estaba entrando a la ciudad. En cosa de quince
minutos se escuchó el timbre.
- Ábrele al señor – me ordenó ella, metida en
su papel de “la señora de la casa”.
Abrí la puerta y ahí estaba él, con una
sonrisa socarrona que se acentuó en cuanto me recorrió con la mirada.
- Buenas tardes, Maruja – me dijo burlón.
¡”Maruja”! Ése era el nombre con el que el muy canalla había bautizado a mi
personaje.
- Buenas tardes, señor – contesté fiel a mi
papel.
- Hola, cariño – le dijo a mi mujer
acercándose a ella.
- Hola, mi cielo – contestó Mónica sonriente,
enfundada en un precioso vestido corto y escotado, cuya transparencia dejaba
ver las areolas de sus senos y el diminuto tanga.
Se enfrascaron en un lascivo abrazo en el que
sus bocas dieron rienda suelta a la pasión, al tiempo que sus respectivas manos
magreaban sin el menor recato. Por fin la escena tantas veces imaginada en mi
mente ocurría ante mis ojos.
- ¿No te han dicho que es de mala educación
espiar a las parejas en la intimidad? – me dijo Juan Pablo, interrumpiendo el
festín por un momento. Quedé petrificado. ¡¿El fulano que se folla a mi esposa
hablándome así en mi propia casa?!
- ¡Vete a la cocina! – me dijo mi mujer en
tono severo, y sin esperar a que me marchara reanudaron sus caricias.
Sin decir nada, como perfecto imbécil, obedecí
ciegamente. Y con las dificultades propias de quien no acostumbra calzar
zapatos de tacón, que además me quedaban apretados, caminé hasta la cocina,
dejando al par de tórtolos fajando descaradamente. En cuanto entré a la cocina
algo se dijeron en secreto, para luego soltar una carcajada. Se veía que les
divertía mucho el asunto de humillarme. De momento yo no me sentí muy bien que
digamos, pero lo entendí como parte del juego y tomé asiento en la cocina,
escuchando, provenientes de la sala, los ruidos propios del escarceo impúdico de
una pareja: besos, gemidos, susurros y demás.
- ¡Maruja! – gritó mi mujer al cabo de unos
minutos.
Me levanté y acudí a la sala. La encontré
sentada sobre él, frente a frente, de manera que sus respectivos sexos hacían
pleno contacto mediando entre ellos el pantalón de él y las bragas de mi mujer.
Ella volteó, y con una sonrisa burlona me ordenó:
- Vete a comprar unos Marlboro para el señor.
Él sacó su cartera de pantalón y aventó sobre
el piso un billete.
- ¿Así? – le pregunté en tono de reproche,
señalando con mis manos mi atuendo y mi rostro maquillado.
- Así y rápido - respondió con soberbia.
¡Puta! En ese instante me dieron ganas de
mandar a la chingada el dichoso jueguito. ¿Cómo demonios iba a salir así?
¿Estaba pendeja? Pero en eso recordé que en la cochera tenía cosas que me
podían ayudar, así que recogí el billete, tomé las llaves del auto y de la
casa, y salí hacia la cochera. Una vez ahí, tomé una bata, una gorra y unas
botas que uso cuando arreglo el jardín. Subí al coche y me puse unos lentes
oscuros. Aunque a un par de cuadras de mi casa hay una tienda, preferí ir a
otra, distante unas seis cuadras, pero en la cual no es preciso bajar del auto.
Quería arriesgarme lo menos posible a que alguien notara algo propio de
“Maruja”. En el lugar tapé parte de mi rostro con una mano al solicitar los cigarros,
para ocultar el maquillaje. Por la cara del sujeto que me atendió, sí debió ver
algo raro en mí, pero la cosa no pasó a mayores y regresé a casa con la misión
cumplida.
Ya en la cochera reasumí mi disfraz de
“Maruja” y entré a la casa. Ya no estaban en la sala. Los encontré en la
recámara. Estaban recostados sobre la cama, besuqueándose como novios.
- Sus cigarros y el cambio, señor – dije al
entrar.
- Déjalos sobre el tocador, Maruja. Quítale
los zapatos al señor y desabrocha su cinturón para que esté más cómodo. – me
dijo mi mujer. No cabía duda de que se estaba pasando, pero me mantuve en el
juego. Quité los zapatos al “señor” y desabroché su cinturón “para que
estuviera más cómodo”.
- Se te antojó ¿verdad? – me dijo ella en
cuanto desabroché el cinturón de su amante.
- ¿Perdón?
- No te hagas la mosquita muerta. El señor
sabe que eres una ramera que gusta de meterse dildos. Seguro has fantaseado con
comerte su herramienta.
- Mnnno… - dije balbuceante.
- ¡Además de guarra, mentirosa! Las que son
como tú, anhelan que su pareja lo haga con otro para realizar a través de ella
sus fantasías homosexuales reprimidas – dijo en tono sabiondo.
Volvió la burra al trigo con su ignorancia. No
saben nada los que aseguran que los cornudos somos homosexuales reprimidos.
Habrá excepciones, pero a la mayoría nos gustan las mujeres. Claro que dentro
del placer de la humillación cabe perfectamente la de ser sometido a prácticas
que involucren sexo con el amante, pero eso no es homosexualidad, sino morbo.
Hay quienes no entienden la diferencia y mi mujer y su amante están entre ellos.
- Quítale el pantalón y besa la verga que hace
lo que la de mi marido no puede – me dijo al tiempo que en la boca del sujeto
se dibujaba de nuevo su sonrisa socarrona.
Dudé un instante, pero no pude dejar el juego.
Cuando me acerqué para quitarle el pantalón a Juan Pablo, sus miradas se
encontraron y rieron en complicidad. Seguro pensaban algo así como “¿ves? Te
dije que era bien maricón” o algo así, pero me importó muy poco. Retiré la
prenda, dejando al descubierto un boxer rojo debajo del cual se erguía un gran
paquete que palpitaba a todo lo daba. Me incliné hacia él y le di un beso
instantáneo por encima de la prenda, para luego levantarme.
- No te hagas de la boca chiquita – dijo ella
al tiempo que metía su mano debajo del boxer para sujetar el miembro de su
amante y someterlo a un suave vaivén. Quedé absorto mirando por primera vez
cómo mi mujer masturbaba a su macho. Con su otra mano bajó la prenda para dejar
al descubierto la palpitante carne.
- Pídele al señor permiso para besar su
miembro, me dijo imperativa.
- ¿Me permite besar su miembro, señor? –
obedecí después de unos instantes de titubeo.
- ¡Claro! – dijo sonriente. Me agaché de nuevo
y volví a besar su verga, esta vez piel a piel. Una vez más, sus cómplices
miradas burlonas se entrecruzaron.
- ¿Un beso nada más? ¿No se te antoja lamerla
un poco? – dijo él, para mi sorpresa. Volteé la mirada hacia Mónica. Encontré
su sonrisa burlona que parecía decirme “¡eres tan maricón!”. Luego sujetó el
miembro de su macho y me lo ofreció, como quien ofrece una banana. Me agaché de
nuevo hacia el miembro y comencé a lamerlo tímidamente.
- Abre la boca y trágatela, marica – dijo él.
Obedecí y empecé a engullirle. Él sujetó mi cabeza e inició movimientos
pélvicos violentos, con la energía con la que un perro folla a su perra. Poco a
poco fue haciendo sus acometidas más profundas, hasta que su capullo comenzó a
golpear el fondo de mi garganta, provocándome una sensación de vómito que hizo
levantarme, haciendo que los dos soltaran una carcajada.
- Bueno, a lo tuyo, Maruja. Ver por una escoba
y ponte a barrer la recámara, que el señor y yo tenemos cosas que hacer – dijo
ella en cuanto me vio recuperado. Al instante siguiente se besaba
apasionadamente con su macho.
Acudí al cuarto de enceres y cuando regresé
con escoba y recogedor en mano, ella le hacía una mamada de campeonato, cuya
fruición se hizo aún mayor al verme entrar, como si quisiera enfatizarme que
con su macho sí gozaba. Por mi parte me puse a barrer, resignándome a mirar de
reojo para no ser regañado de nuevo.
- ¿Y los tacones? – me preguntó él al verme
sin ellos.
- Me los quité porque me quedan chicos y son
incómodos para hacer labores, señor – contesté.
- Póntelos inmediatamente, que no estás para comodidades,
sino para trabajar como se debe – replicó déspota.
Obedientemente, me volví a poner los zapatos
de tacón, con la incomodidad que ello implicaba, y reanudé la labor doméstica.
- Quítale las bragas a la señora, que voy a
darle lo que en esta casa no le pueden dar – dijo después de unos minutos de
descarado magreo.
Obedecí, y en seguida él la recostó sobre la
cama, abrió sus piernas y comenzó a mamarle el chocho. Ella siguió en su papel
de disfrute pleno, gimiendo y retorciéndose al tiempo que con manos y lengua él
la atiborraba de placer hasta hacerla llegar a su primer orgasmo.
- Métemela por favor, quiero sentir dentro a
mi hombre – le dijo ella después de un rato. Él dejó de lamerle el chocho para
subir gradualmente por su vientre, pasar por sus senos, llegar a su boca y, finalmente,
penetrarla por primera vez ante mi vista. Ya sabía yo que se la follaba sin
condón, pero no dejó de llamarme la atención lo permisiva que era ella para con
él.
“¿Tanto para un simple misionero?”, pensé en
ese momento. Obviamente pensaba a lo tonto, pues a este inicio simple le siguió
una follada de campeonato. Ya se la enchufaba como perra, ya se la cogía
bocabajo, ya hacían un 69, ya lo cabalgaba ella. Se trataba de una entrega
mutua como jamás se había dado entre ella y yo. Los orgasmos de mi mujer se
sucedieron uno tras otro, y los gemidos no pararon por espacio de una larga hora
en la que yo simulaba barrer la recámara mientras mi esposa y su amante
disfrutaban a plenitud.
Comprendí en ese momento a qué se refería ella
cuando me decía que jamás le pidiera que dejara a “su hombre”. Era claro que el
sujeto sabía tratarla en la cama y, por su actitud, ella parecía una adicta al
sexo que pedía más y más, como jamás lo hizo conmigo.
Después de lo que bien pudieron haber sido
unos seis orgasmos, él comenzó a masturbarla al punto de hacerla eyacular, lo
que yo jamás había hecho, ni intentado siquiera. Había leído sobre esto de la
eyaculación femenina y pensaba que era sólo un mito, pero ahí estaba la
realidad, ante mis ojos, en transparentes gotas que embadurnaban el edredón de
la cama. Para finalizar la sesión, él se colocó recostado detrás de ella, le
levantó la pierna y la penetró por enésima vez. A pesar de llevar más de una
hora de acción intensa, arremetió como si apenas comenzaran. Un par de minutos
más tarde paró sus arremetidas, en evidente señal de que estaba descargando su
semen dentro de ella. Mi mujer, en tanto, vehementemente le decía algo así como
“sí, papito, sí, dámela toda…”. Cuando pareció haber hecho su descarga, el
sujeto sacó poco a poco su miembro del chocho de mi mujer, y una vez afuera, lo
restregó contra la entrepierna de ella, como si quisiera dejar sobre ella hasta
la última gota. Ella ronroneaba y sonreía, en una expresión de felicidad que
nunca antes le había visto.
Obvio es decir que desde hacía rato había yo
dejado de hacer “labores de limpieza”, absorto en lo que ocurría sobre mi cama.
Cosa que notaron ellos una vez terminada su faena.
- Anda, no te quedes ahí, sin hacer nada, limpia
con tu lengua el coño de la señora – me dijo él al tiempo que mi mujer se abría
de piernas hacia mí, adornando su rostro con una burlona sonrisa. A esas
alturas no me sorprendió en nada esta solicitud y hasta me pareció obvia.
“Pídeme algo original”, pensé, pero reaccioné con obediencia. Me coloqué entre
las piernas de mi mujer, me incliné y comencé a lamer sus labios vaginales.
Ella me sujetaba firmemente por la nuca, como asegurando la fricción de mi
lengua contra su chocho. Luego me hizo que me recostara boca arriba y se sentó
sobre mi cabeza, asegurando el contacto de su vulva contra mis labios. Era
evidente que buscaba que el semen que se alojaba en su vagina escurriera hasta
mi boca.
- Trágate el semen de mi macho, mariquita – me
decía mientras restregaba su entrepierna contra mi boca y el líquido mucoso,
todavía caliente, escurría hacia mi boca lentamente. Yo lamía y engullía,
mientras ellos se secreteaban y se reían de mí.
- ¡Ahora limpia la pija del señor! – me dijo
imperativa al tiempo que se levantaba. Hice lo propio, e instantes más tarde me
encontraba mamando de nuevo la verga del sujeto que se había vuelto dueño de mi
mujer.
- Tan mosca muerta que empezó y ve ahora cómo
se la traga jajaja – decían burlones. Ciertamente algo dentro de mí me hacía
mamar con mucha fruición aquella verga. Quizá el hecho de verla tan erguida a
pesar de haber acabado de eyacular, no sé.
- A ver, querida, dale la polla que el
mariquita se mete por el culo, para que nos dé una demostración – dijo él
refiriéndose al dildo que mi mujer me había regalado meses atrás. Ella sacó del
closet dicho aparato y me lo extendió.
- Ya oíste al señor, golfilla, muéstrale cómo
lo haces, para que se ría un poco – me dijo.
¡Puta madre! La tarde noche había estado llena
de humillaciones, pero por un instante ésta me pareció excesiva. ¿Meterme el
dildo por el culo delante del amante de mi mujer… “para que se ría un poco”?
Sin embargo, es difícil de explicar, en ese
momento habría hecho cualquier cosa que me hubieran pedido, es como si
estuviera hipnotizado. Estaba siendo humillado y lo estaba disfrutando
horrores. Quién sabe qué oscuros procesos mentales me habían convertido en un
títere, en alguien sin voluntad y atado a los deseos de quienes me humillaban.
Ciertamente, digno de estudio psiquiátrico.
Tomé el dildo en mis manos, me paré de la cama
para sacar del clóset un gel que hace más posible y disfrutable la penetración,
lo unté en el aparato, me quité las bragas, me recosté de nuevo en la cama y
empecé a metérmelo poco a poco, ante la mirada burlona de mis espectadores.
- Vaya, es aún más chiquita de lo que me
habías dicho jajaja – decía él refiriéndose a mi polla.
- Míralo, seguramente se está imaginando que
es tu carne - le dijo ella.
- Jajaja, ¡tuviera tanta suerte! – respondió
él.
Puse el vibrador a toda su intensidad y me
empecé a masturbar, ante la mirada divertida de ambos. Debieron de haber
transcurrido unos pocos minutos, cuando los chisguetes de semen comenzaron a
brotar de mi polla, cayendo las primeras gotas hasta mi rostro y embadurnando
el resto del líquido mi pecho.
- Jijiji, con una polla en su culo se viene
rápido, la muy puta – comentó ella.
- Bueno, Maruja – dijo ella tras un breve
receso en el que ellos se estuvieron morreando mientras yo me limpiaba el pecho
y descansaba un poco -, estuvo divertido pero ve ahuecando el ala, que el señor
y yo vamos a vestirnos porque saldremos a bailar y cenar. Cuando regresemos
deberás estar ya dormida en el cuarto de servicio. Para mañana queremos que nos
traigas el desayuno a la recámara. ¿Okis?
¿A su regreso debería estar “dormida” en el
cuarto de servicio? ¡O sea que el “señor de la casa” no sólo venía a follarse a
mi mujer, sino a dormir en mi propia cama! Pero, como es de suponer, sólo asentí
obedientemente y salí de la recámara para que los “señores” se arreglaran para
su cena.
- Se te olvidan tus calzones jijiji – me dijo
ella al tiempo que me aventaba a los pies las bragas que minutos atrás me había
quitado. – Póntelos, no seas guarra jijiji. Y ve a regar el jardín.
- ¿Regar el jardín ahorita?
- Eres igual de quejumbrosa que Petra, nuestra
chacha jiji. Sí, ahora mismo, y así, como estás, no vayas a hacer trampa poniéndote
algo encima, como cuando fuiste a la tienda, no creas que no te vimos jijiji.
- ¡Y nada de quitarte los tacones! – completó
él, riendo.
El problema de regar el jardín es que éste
puede verse desde afuera de mi casa, lo cual realmente es un problema pues
alguien podría verme en paños menores de mujer desde la calle. Sin embargo, ya
era de noche y estaba oscuro, así que en eso confié. Me senté en la sala a
descansar y cuando oí que bajaban, me apresuré a salir y hacer como que regaba
el jardín, pero no contaba con que ellos prenderían la luz de éste. En cuanto
lo hicieron, me apresuré a ocultarme tras un arbusto, exhibirme así ya era
demasiado. Ellos sólo rieron y caminaron hacia la puerta abrazados como novios
en celo. Ella vestía putísima, con una minifalda descarada, una blusa entallada
que dejaba ver buena parte de su hermoso par y tacones altos que levantaban
preciosamente su trasero. Antes de abrir la puerta se morrearon unos instantes,
luego ella se despidió sonriente haciéndome cuernos con su mano.
Me metí a la casa y de nuevo me vino esa
sensación extraña, propia de cuando me quedaba solo estando ella en plena
juerga. Una y otra vez me preguntaba si aquello estaba bien. Quiero decir,
jamás tuve duda de que era algo muy delicioso, pero me preguntaba si no había
algo que yo no viera, algo que fuera a propinarme una desilusión en el futuro.
Pero la tarde había estado muy activa y yo estaba cansado y con los pies
adoloridos, así que la reflexión no pasó a mayores y me fui al cuarto de
servicio, como se me había ordenado.
El cuarto de servicio es una pequeña recámara
con baño que está al fondo de la casa, pasando el jardín trasero. Como no
tenemos sirvienta de planta, es utilizado por la sirvienta que viene por las
mañanas de lunes a viernes, para dejar sus cosas o tomar algún descanso. Jamás
se me habría ocurrido husmear el lugar, pero ya que se me había confinado ahí,
me puse a curiosear. En el clóset había unas pocas prendas de la sirvienta,
entre las que destacaban unas bragas usadas, aunque no sucias. ¿Qué hacían ahí,
dado que la mujer era de entrada por salida? Supongo que algunas veces se
cambiaba al terminar el día, para salir a dar la vuelta, no sé.
Seguí husmeando, y en el cajón del buró encontré
una pila de revistas de chismes de espectáculos y debajo de ellas varias
cartas. Sé que no se debe leer correspondencia ajena, pero ja, un transgresor
como yo no podía darse el lujo de pasar por alto la oportunidad de asomarme a
la vida de la mujer. Pero bueno, nada que llamara mi atención, salvo un par de
cartas, aparentemente de su novio, que trabajaba de mojado en el país del
norte. En ellas le decía cursilerías con una ortografía para llorar, pero me
llamó la atención una línea en la que le pedía que le platicara más sobre “la
puta de tu patrona y su pobre cornudo”. ¿Cómo es que la chacha sabía sobre esto?
Lo ignoro. Quizá la oyó platicar por teléfono con su amante o algo así.
En fin, me metí a la cama y no supe de mí
hasta el día siguiente, había sido un día algo movido. Lo primero que me vino a
la cabeza al despertar fue la duda de qué habría pasado con mi mujer y su macho,
así que me levanté, crucé el jardín trasero y entré a la casa. Subí las
escaleras sigilosamente y me asomé a la recámara principal. Ahí estaban
durmiendo abrazados. ¡Abrazados! Yo jamás he podido dormir abrazado con mi
mujer, ¡me acalora!
Bueno, me metí a bañar, me vestí como
cualquier sábado y me metí al estudio a leer un poco. Por ahí de las 12 del día
escuché unos gritos…
- ¡Maruja! ¡Maruja!...
Acudí a la recámara para ver qué se les
ofrecía a los “señores”.
- ¿Pero qué haces? ¿Por qué no te has puesto
tu uniforme de sirvienta? – me dijo ella en tono molesto.
- ¡Y ve nada más! ¡Ni siquiera te has pintado!
Ve a cambiarte y maquillarte inmediatamente – me dijo al tiempo que me señalaba
su kit de maquillaje, como indicándome que lo tomara y me fuera a pintar.
Obedecí y acudí al baño, donde había dejado mi “uniforme”.
- ¡Y no olvides los tacones y el desayuno a la
cama! – gritó él, antes de soltar una carcajada burlona, en cuanto salí del
cuarto.
El “juego” regresaba, aunque ya no me estaba
pareciendo tan divertido. No obstante, decidí seguir por el momento. Me puse la
ropa “de trabajo” y medio me maquillé como pude.
- ¿Qué desean los señores para el desayuno? –
les dije una vez que regresé a la recámara vestido y maquillado.
- Olvídalo, vamos a ir a desayudar a un restaurant,
no queremos dolor de panza al rato – dijo ella riendo. - Sólo dale su besito de
los buenos días a la polla del señor… - metió su mano debajo del pijama de él y
sacó su polla ofreciéndomela de nuevo.
- ¿Qué esperas? – me dijo al verme inmóvil. Me
acerqué al fulano, me incliné ante él, y besé de nuevo su miembro.
- Está un poco flácido porque ayer me dio lo
que en estas semanas nadie en esta casa me había dado. Acaríciala para que se
levante – me dijo.
Comencé a masturbarlo. Poco a poco la polla
del macho de mi mujer fue retomando su tamaño. Cuando estuvo erguida la engullí
sin que me lo pidieran.
- La mariquita está aprendiendo – dijo él
burlonamente. Ella rió a carcajadas. Yo seguí mamando como poseído.
- Jajaja has de querer tu ración de lefa, - me
dijo después de un par de minutos de mamársela - pero tendrás que chuparla del
culo de la señora, porque es ahí donde la descargaré esta vez, Maruja. Así que
ya deja de mamármela. Párate en el rincón y observa cómo disfruta la señora con
mi polla.
Y diciendo y haciendo, me apartó de él y se
acercó a mi mujer para abrazarla y besarla. Ella se le entregó lascivamente y
al instante siguiente se frotaban como novios en celo dando inicio a un nuevo
festín. Tras una media hora de follársela en varias posiciones y regalarle
varios orgasmos, tomó un lubricante que había sobre el buró, colocó a mi mujer
bocabajo, abrió sus piernas y comenzó a untar el lubricante en su culo.
Al ver a mi mujer así, tan entregada, tan
anhelante del sexo anal, no pude menos que evocar las tantas veces que le
insinué follármela por el culo obteniendo de ella una contundente negativa. Ya
sabía yo que su amante se la follaba por el culo desde la primera vez que se
reencontraron, es algo que había quedado guardado en su conversaciones del
Messenger, pero verlo yo mismo era muy distinto. ¿Por qué a él sí y a mí no? Me
preguntaba, pero la respuesta era obvia: el culo es de quien lo trabaja. Era
evidente que el dominio de las artes amatorias del fulano había abierto todas
las puertas de mi mujer. Le había enseñado a disfrutar de esta variante del
sexo y, mientras que hacerlo conmigo le habría resultado un sacrificio que no
estuvo dispuesta nunca a asumir, hacerlo con él representaba, seguramente, un
gran placer.
Se colocó entre sus piernas, las abrió un poco
más, acercó su falo hacia el orificio anal de mi mujer y comenzó a penetrarla
suavemente. Ella gemía al tiempo que él empujaba hasta sentirse completamente
dentro de ella. Luego empezó a follársela, primero con un ritmo lento, que fue
incrementando gradualmente. Ella, en tanto, se las arreglaba para acariciarse
el clítoris al tiempo que sentía aquella gorda polla ocupar su culo. Debieron
ser de cinco a diez minutos de arremetidas constantes, hasta que finalmente
Juan Pablo comenzó a tener las contracciones propias de quien tiene un orgasmo.
Gemía de satisfacción conforme depositaba en ella cada descarga, poco a poco
fue sacando su polla para asegurar que los últimos chisguetes quedaran a la
entrada de su culo, donde frotó su pene para untar hasta la última gota de su
semen. Habiendo hecho esto, volteó hacia mí, y señalando el culo de mi mujer,
me dio a entender lo que debía hacer: lamérselo. Se recostó junto a ella, quien
levantó su culo como diciéndome “todo tuyo, maricón”. Yo lamí y lamí, como
poseído. No es que la lefa sepa bien, para nada. Su consistencia es mucosa y
estando todavía caliente provoca cierto rechazo, pero no es por su sabor que
uno la engulle, es por el placer que da la humillación de lamer el semen del
macho puesto en el culo de la esposa de uno.
Después de un rato de lamer sentí el impulso
de mamarle la polla a él, así que abandoné el culo de ella y me dirigí a
engullir la polla, ya un poco flácida, del amante de mi mujer. Ellos rieron,
supongo que les divertía verme totalmente perdido en este depravado juego de
cuernos.
- Bueno, Maruja, ya limpiaste lo suficiente,
mereces el título de “la más guarra” – me dijo ella después de un rato, como
dando por terminada la sesión -, puedes regresar a tus labores, que el señor y
yo nos vamos a arreglar para salir a dar la vuelta y comer algo.
Salí de la habitación obedientemente y me
refugié en el cuarto de huéspedes. Los oía bromear, reír, platicar, como novios
enamorados. Luego escuché la ducha, me asomé y pude comprobar que se habían
metido juntos. Dentro seguían jugueteando y riendo. Creo que en ningún momento
mi relación con Mónica había sido tan alegre como la que entre ellos se había
desarrollado. Me dio gusto por ella, aunque por supuesto que no faltó esa
sensación de derrota. Bajé para comer algo y regresé a la recámara de junto, me
puse a ver la tele y quedé dormido. Desperté ya que había oscurecido, pero se
oía un silencio absoluto. Me levanté para comprobar que los tórtolos no habían
regresado aún de la parranda a la que habían salido hacía rato. Apenas eran las
8 de la noche, así que seguramente iban para largo rato. Me puse a imaginar lo
que estarían haciendo, a evocar las folladas que le puso su macho en las últimas
horas y la humillación que los dos me propinaron… no pude menos que hacerme una
paja con tanta excitación. Luego cené algo y me volví a dormir.
Al día siguiente me despertaron los gemidos de
mi mujer. Su macho se le estaba follando de nuevo. Tenía que ser su despedida,
pues él tenía que salir temprano hacia su ciudad. Dudé de si Maruja se debía
presentar ante los señores en ese momento, pero se veía que llevaban rato
follando y si no me habían llamado sería porque no requerían mi presencia…
además de que como toda buena chacha, el domingo era mi día de descanso jeje.
En fin, me quedé en la cama escuchando la follada por un rato, luego él se
despidió y se marchó. Después ella entró semidesnuda a la recámara en la que yo
estaba, luciendo una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Cómo la pasaste? – le pregunté
estúpidamente, su rostro de felicidad lo decía todo.
- Muy padre, cariño, muchas gracias. Te traigo
tu regalo por haberte portado tan bien – respondió sin perder la enorme
sonrisa. Y sin más, me pidió que me recostara boca arriba en la cama y se colocó
sobre mí de manera que su chocho hiciera pleno contacto con mi boca.
Seguramente serían las últimas instrucciones de su macho, “ve y restriégale tu
coño en su boca para que se coma mi semen”, o algo similar. Yo me di vuelo
lamiendo como poseído. Después de un rato ella se levantó, me dio el ya
tradicional par de besos en la frente y se metió al baño. Había terminado el
depravado fin de semana.
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